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Sunday, July 8, 2012

Regreso de un novelista

Muy a principios de siglo un amigo, que todavía vive en Cuba, me preguntó si tenía algún título en mente sobre libros publicados en Cuba para enviármelo con unos conocidos mutuos que regresaban de una visita a la isla. No se me ocurría nada, ya que tenía todo lo que me interesaba en aquel momento. Le dije que me enviara algo que representara lo mejor de lo que estaban escribiendo y publicando los escritores cubanos. Mi amigo, que aparte de ser muy culto es un lector riguroso, se sintió emplazado ante una tarea imposible. Una semana después, acompañados de una breve nota que decía mas o menos “esto es lo mejorcito de la década” , me llegaron Nunca antes habías visto el rojo, un excelente libro de relatos de José Manuel Prieto, y La falacia, una interesantísima noveleta de Gerardo Fernández Fe, una obra cargada de pesimismo y marginalismo, insólita entonces en la producción literaria de la isla.

De todos es conocida la trayectoria literaria seguida por Prieto, pero Fernández Fe se me fue del alcance de mi radar. Más de una década después llega a mis manos su segunda novela, El último día del estornino.

Imaginé, ahora lo sé, que Fernández Fe había seguido escribiendo durante todos estos años. Lei algunos trabajos suyos en distintos blogs del exilio. Supe que publicó una colección de ensayos titulada Cuerpo a diario, pero de narrativa nada.

El último día del estornino es una obra muy diferente y mucho más madura que La falacia. Su trama es aparentemente sencilla. Un hombre de cuarenta años, llamado Luis Mota, sale de ver en un cine caraqueño la película Rápido y furioso IV y un convulso estornino cae muerto ante sus pies. De ahí se dirige a la Biblioteca Pública Central, donde solicita tres libros dedicados a la ornitología pero al cabo de un rato la empleada le deja caer “un único libro de nombre que espanta al ya no tan joven Luis Mota, Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia (Editorial Pre-Textos 1988), de dos autores cuyos nombres no le dicen nada: Gilles Deleuze, Félix Guattari”. La empleada se excusa diciendo que ha habido problemas de inventario en la biblioteca. Hojeando el libro, Mota descubre que se le han extraído varias páginas y en el hueco formado alguien ha plantado un Colt .45. A partir de aquí, Mota escudriña los rostros y actitudes de algunos de los usuarios del recinto y comienza a desatar su imaginación. El resto de la novela consiste en situaciones y personajes que imagina Mota, quienes a su vez imaginan a otros personajes y situaciones y comienzan a escribir sus propios relatos.

Atrincherado en el dominio de la imaginación, como todo buen novelista debe hacer, Fernández Fe, a través de Mota, nos presenta una galería de personajes cuyo denominador común es vivir en tiempos de conflicto social. Son seres atrapados por la historia. La novela se mueve de Bosnia al Peloponeso, de Caracas a La Habana, atravesando Praga, todo con una transición que ocurre con fluidez y con la naturalidad que otorga el imaginario. Existe todo un dominó de referentes que van de Vin Diesel a Tony Soprano, de Lauren Bacall a Karel Gott, de Alexander Dubcek a Marcos Pérez Jiménez, sin olvidar a Hannah Montana, que crea un universo en el cual la coexistencia del pop con la “alta cultura” transcurre con naturalidad y cosmopolitismo. Sus personajes son serbios y checos desplazados, una exilada cubana aficionada al sexo con camioneros que la mueven primero por toda la isla y luego por toda Europa, unas parejas venezolanas y un aspirante a novelista.

A pesar de la fuerte referencia contextual de cada personaje, Fernández Fe los dibuja de una manera en la cual la Historia no afecta a la historia y los personajes tienen riqueza individual y trascienden sus límites geográficos y políticos. Es por eso que, aunque personalmente me agradó sobremanera la forma en la cual el autor, nacido en 1971, es capaz de relatar con autenticidad a los personajes que deambulaban en las noches de finales de los sesenta y hasta mediados de los setenta por el parque de la funeraria Rivero, en los cuales incluye a Benjamín Ferrera, Cachimba, Magallanes, Nicolás Lara, Sakuntala, Manolito Profundo y Ponciano, entre otros, todos personajes de carne y hueso, así como algunos sucesos de la época, como la abortada manifestación ante la embajada checa en La Habana en protesta por la invasión soviética, y cuya veracidad puedo atestiguar, lo cual añade placer a mi lectura, estoy seguro que ello no distrae al lector inadvertido y que la esencia de la narración puede capturarse sin necesidad de conocimiento previo. Ese es uno de los grandes logros de esta novela. El único personaje que no me parece bien concebido es el de Emperatriz Agüero, la madre de Luis Mota, un personaje excesivamente definido por su contexto político y social, trazado desde afuera, a partir de sus conductas, lo cual la convierte en un estereotipo que se hace notar más cuando se contrasta con la organicidad del resto de los personajes.

Aunque limpiamente delineado desde el descubrimiento de la pistola escondida en el libro, el final no es predecible y resuelve bien el curso de la narración, con naturalidad y sin imposiciones arbitrarias. Narrada en un estilo sofisticado, en el cual se pueden leer influencias bien digeridas de la escritura de Thomas Bernhard, de Carlos Fuentes y hasta de Louis Auchincloss, lo cual no implica que a Fernández Fe se le ven las costuras, todo lo contrario, ha creado un estilo propio, esta es una narración sobre la adaptación del ser humano a su circunstancia, lo que se deja ver en el símbolo del estornino, sobre el cual en un momento dado Luis Mota medita: “Los estorninos –admira curioso- tienen la capacidad de adaptarse al ambiente de las ciudades, logran sobrevivir en las grietas de los edificios…Se ha sabido que su capacidad para imitar todo tipo de sonidos se extiende incluso a las sirenas de las ambulancias”.  Fernández Fe imagina y medita sobre la condición humana con fina ironía y gran escepticismo, con el pesimismo de a quien le queda poco en que creer, pero con la sabiduría que concede la imaginación liberada.

Mas de diez años mediaron entre La falacia y El último día del estornino. Bienvenido el novelista en su regreso al género.
 
El último día del estornino (notas para una novela). Gerardo Fernández Fe. Viento Sur Editorial, Madrid 2011. 238 páginas.

Roberto Madrigal

1 comment:

  1. ¡Ya quiero leer el libro! Me gustan los libros sobre libros...
    cariños desde Taos,
    la Te

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