Total Pageviews

Monday, February 25, 2013

El avatar de Yoani


Hace ya casi seis años, Yoani Sánchez se dio a conocer cuando empezó a colgar en la blogosfera unos textos breves, muy bien escritos, en los cuales se presentaban facetas de la realidad cubana en forma aguda y mordaz.  Eran unas lúcidas viñetas que encapsulaban fragmentos de la tragedia cotidiana nacional. Su valor crítico se incrementaba por el hecho de haber sido escritas desde adentro.  Su calidad y su conciso poder radiográfico la distinguieron rápidamente de otros que también se arriesgaban a escribir trabajos similares. Inmediatamente acaparó la atención mediática internacional.

Yoani ha seguido escribiendo este tipo de textos y no solo su blog Generación Y  ha multiplicado en proporción geométrica su número de lectores, sino que ha conseguido instalarse en otros foros de mayor alcance de difusión como son The Huffington Post y El País, lo cual le ha dado, a nivel internacional, junto con los múltiples premios recibidos, un gran poder de convocatoria.

En ningún momento Yoani ha presentado un programa político, una plataforma ideológica o un ideario de acción. Su discurso se ha limitado, consistentemente, a abogar por la libertad de expresión y por el derecho a viajar libremente que hasta hace poco se negaba a los cubanos. Es cierto que en los últimos años ha aumentado su militancia activa gravitando entre varios grupos de opositores como los que se agrupan alrededor de Estado de SATS, las Damas de Apoyo y la participación en actos de protesta pública, pero nunca se ha erigido como líder político ni pretende tener repercusión nacional. De hecho, se sabe que ha declarado: “No soy opositora, no tengo un programa político, ni siquiera tengo un color político, y esa es una característica de mi generación y del mundo actual: ya la gente no se define ni de izquierdas ni de derechas, son conceptos cada vez más obsoletos”. Nada de eso minimiza el poder de denuncia de sus escritos.

Ahora que finalmente le han permitido salir y que ha comenzado su periplo por un país que mantiene relaciones armónicas con el gobierno cubano, los primeros en exigirle una posición ideológica definida han sido muchos exiliados cubanos.  Es cierto que una posición pública implica una serie de responsabilidades que quizá muchos tienen que asumir a su pesar. Es un poco ingenuo o hipócrita hacer ver que Yoani viaja a nivel personal. Hay demasiadas expectativas de muchos grupos de interés, de diversas orientaciones políticas, que no se pueden soslayar. Además, los viajes de carácter individual no conducen a comparecencias ante instituciones políticas y culturales. Por todos sus antecedentes, el viaje de Yoani es un acontecimiento mediático de unas dimensiones que jamás ha enfrentado ningún opositor al castrismo.

Yoani sale de una realidad en la cual el tono de las discusiones es bastante simplista y maniqueo, en el cual no existen tonalidades entre el blanco y el negro, y los enemigos están bien definidos, a una realidad variopinta, que la enfrenta a distintos grupos de opinión, a una prensa inquisitiva que constantemente hace preguntas de doble filo y elabora trampas retóricas, asi como a grupos de choque que son más extremistas en sus posiciones procastristas que el propio gobierno cubano.  En estos tres meses se moverá entre grupos de aduladores, provocadores a sueldo, políticos oportunistas y curiosos desinformados.  Oscilará entre el apoyo solidario y las intrigas palaciegas.

Algunos se indignan ante algunas declaraciones festinadas, muchos anticastristas no tienen sentido del humor y ya aprenderá a medir sus palabras, a usar la condenada cautela. Pero ¿por qué pedirle un discurso que nunca ha elaborado? Además, ¿acaso existe el discurso del exilio? En realidad, la carencia de un discurso coherente ha sido un anatema del exilio cubano, que apenas ha farfullado sin unidad, desperdigado entre decenas de grupúsculos malamente organizados, muchos de los cuales solo obedecen a mezquinos intereses personales.

Yoani se ha ganado el derecho a decir lo que piensa y ello le granjeará, sin dudas, nuevos amigos y muchos enemigos. Ojalá que las expectativas, las exigencias y las responsabilidades que su posición mediática le endilgan, no le hagan perder la espontaneidad y lo corrosivo de sus escritos. Que no se contamine el poder expresivo de sus viñetas.

 
Roberto Madrigal

Tuesday, February 19, 2013

Los Oscares del 2013


 
Como he hecho en los dos años anteriores, nuevamente trataré de predecir correctamente los premios de la academia en las siete categorías principales, que son, a mi consideración: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Estelar, Mejor Actriz Estelar, Mejor Actor Secundario, Mejor Actriz Secundaria y Mejor Película en Lengua Extranjera. En el 2011 predije correctamente cuatro de los siete. El año pasado acerté en cinco.

Estas predicciones no tienen que ver necesariamente con mi gusto personal. Reflexiono en base a una serie de indicadores, como galardones obtenidos por los filmes nominados en otras premiaciones anteriores como los Globos de Oro, los premios BAFTA y los premios que conceden los sindicatos de actores y de directores de Hollywood. También reviso la historia de los óscares en los últimos años para detectar tendencias y favoritismos. No es una ciencia exacta y a veces las cosas se enredan, pero es posible acercarse bastante a los resultados si uno analiza estos detalles. Sin más introducción, aquí van mis predicciones para la 85ta edición de los premios de la academia, que se entregarán el domingo 24 de febrero, con una breve explicación de cómo llegué a ellas.

Mejor actriz secundaria: Anne Hathaway ha ganado todos los premios que han antecedido al Oscar, incluyendo el BAFTA, el Globo de Oro y el del sindicato de los actores. Está muy bien en su rol de Fantine en Les Miserables en un papel casi estelar, y con la excepción de Helen Hunt, que está excelente en The Sessions, las demás competidoras no tienen personajes de mucho destaque.
Va a ganar: Anne Hathaway.  Debe ganar: Anne Hathaway.

Mejor actor secundario: Esta categoría resulta complicada. Philip Seymour Hoffman está muy bien en The Master en lo que debió ser considerado un papel principal, Robert de Niro en Silver Linings Playbook y Tommy Lee Jones en Lincoln, interpretaron excelentemente sus respectivos papeles, pero Christopher Waltz ha ganado el Globo de Oro y el BAFTA por su actuación en Django Unchained lo cual lo convierte en el favorito. Tommy Lee Jones ganó el del sindicato de los actores y no gana el Oscar desde 1994, cuando lo ganó en esta misma categoría por su actuación en The Fugitive. Jones es un predilecto de Hollywood y Waltz ganó este mismo premio en el 2010 por su inolvidable personaje en Inglorious Basterds. Sin arriesgar mucho, voy a ir un poco contra la corriente.
Va a ganar: Tommy Lee Jones.  Debe ganar: Christopher Waltz.

Mejor actriz en papel estelar: Aunque los Globos de Oro se los dividieron Jennifer Lawrence y Jessica Chastain, que están magníficas en sus respectivos papeles en Silver Linings Playbook y en Zero Dark Thirty, y Jennifer Lawrence ganó el del sindicato de los actores, Emmanuelle Riva realiza una extraordinaria actuación en Amour y ganó el BAFTA. Por otra parte cumple 86 años el día de la ceremonia, lo que la convierte en la actriz de más edad nominada para este premio. Los óscares son sensibleros y me extraña que se pierdan esta oportunidad. Su opuesto, Quvenzhané Wallis, por su actuación en Beasts of the Southern Wild, con sus siete años, es la actriz más joven nominada para esta categoría. Naomi Watts no tiene chance.
Va a ganar: Emmanuelle Riva.   Debe ganar: Jennifer Lawrence.

Mejor actor en papel estelar: Aquí mejor no perder el tiempo. Está bien en su papel y ha ganado todos los premios anteriores. Daniel Day-Lewis no tiene obstáculos en camino a su tercer óscar.
Va a ganar: Daniel Day-Lewis.  Debe ganar: Daniel Day-Lewis.

Mejor película en lengua extranjera: Aquí tampoco hay mucha discusión. Por lo general, este premio lo gana la película que una mayor cantidad de miembros de la academia pueden ver. La mayoría de las nominadas son películas que se exhiben apenas una semana en Los Angeles y New York para que califiquen al premio. He visto tres de estas finalistas. A Royal Affair es una película correcta que en otro año hubiera sido un contendiente peligroso. No, la chilena de Pablo Larraín es el tipo de película extranjera que le gusta premiar a la academia: bien hecha y con un mensaje político. Pudiera ser la sorpresa, pero lo dudo. Por ser la que más se ha distribuido nacionalmente, la que ha arrasado con todos los premios anteriores, y además, la mejor, Amour no tiene rival.
Va a ganar: Amour.   Debe ganar: Amour.

Mejor película: A pesar de que su director, Ben Affleck no ha sido nominado, Argo ha acaparado todos los premios a los que ha sido presentado, incluyendo el Globo de Oro, el BAFTA y el del sindicato de los actores. En ocho de cada diez ocasiones, el director de la película ganadora del óscar recibe a su vez el premio al mejor director. Hay que remontarse a la ceremonia de 2005, en la cual Crash ganó el óscar a la mejor película mientras que Ang Lee ganó el premio de dirección, para que la ganadora de esta categoría no lleve a su director a ganar el óscar también. Hay que regresar al 2002 para ver que el director de la película ganadora, Chicago, no estuvo tampoco nominado como director. Creo que esa situación se va a repetir ahora, sin importar los méritos de la competencia.
Va a ganar: Argo.  Debe ganar: Amour.

Mejor director: Dejo esta categoría para última porque dada la predicción anterior, se convierte en la más difícil de adivinar. Michael Haneke es, sin dudas, el mejor director. Su Amour es la mejor película en competencia y debiera ganar todos los premios a los que ha sido nominada, pero la academia nunca ha premiado un filme en lengua extranjera como la mejor película ni tampoco ha premiado como mejor director a ningún extranjero, a pesar de que años atrás tanto Fellini, como Bergman, como Almodóvar y Truffaut han sido nominados. No harán una excepción esta vez. Benh Zeitlin está nominado por su ópera prima, Beasts of the Southern Wild, por lo que no creo que el óscar se lo den a un primerizo. Ang Lee es un fuerte contendiente por Life of Pi, pero este filme no ha ganado ningún premio y la academia no va a ser la primera en otorgárselo. Quedan David O. Russell y Spielberg. Silver Linings Playbook es una comedia ligera pero con un mensajito muy hollywoodense acerca de la posibilidad que tiene el ser humano de redimirse. Esto la hace muy atractiva para los miembros de la academia. Sus actores han ganado premios, pero la película no. Lincoln, que solamente ha ganado los premios recibidos por Daniel Day-Lewis, es una película de altas pretensiones cuya figura central es una de las figuras más reverenciadas en la historia americana y me parece que esto inclina la balanza en su favor.
Va a ganar: Steven Spielberg.  Debe ganar: Michael Haneke.

Roberto Madrigal

Wednesday, February 13, 2013

La actriz, el personaje y la jinetera



Ana es una actriz, como dice un personaje de la película, de “segunda barra” que trabaja mayormente en telenovelas de mala muerte filmadas con desgano y monotonía en los estudios maltrechos de la televisión cubana. Tiene aspiraciones artísticas y parece causar problemas constantemente al director de los seriales. Habita en condiciones paupérrimas en una deteriorada casa habanera con Vergara, su pareja, que es un director de documentales de tema agrario y cuyo mayor logro fue la realización de un corto titulado La melancolía del hipocampo. Sueña con hacer cine de verdad pero no sale adelante. En la casa también viven la madre, la hermana y el sobrino de Ana.

La hermana de Ana pinta uñas para ganarse la vida y al comenzar la película se encuentra de visita Richard, su marido, que vive en Miami. Inicialmente se le presenta como un tipo pedante, que alardea de sus experiencias americanas ante los pobres ignorantes cubanos. En esta casa todos los equipos electrodomésticos hace rato que han dejado de funcionar y ante las quejas de la familia, Richard se ofrece a poner dólares para comprar un refrigerador. Ana, quien parece haber tenido algún tipo de relación anterior con Richard, salta indignada y para sorpresa del resto de la familia dice que ella se encarga de eso, que le han dado un papel en una película y le van a pagar en dólares, lo cual por supuesto, es mentira.

Desesperada por resolver los dólares necesarios sale a buscar a Flavia, una muchacha a quien de pasada le oyó hablar, en casa de su peluquera, sobre un casting que unos extranjeros estaban haciendo para una película por lo cual pagarían 500 dólares.  Flavia tiene su historia jineteril de haber ido a vivir a Alemania tras casarse con un alemán, pero este abusaba de ella y se vio obligada a regresar a Cuba. Ana se entera de que el proyecto es de unos alemanes o austríacos que quieren filmar un documental sobre una jinetera de verdad. Con la ayuda de Dania, se prepara a desarrollar su personaje de Ginette y aquí comienza una suerte de comedia de enredos en los cuales la ficción comienza a adentrarse en la realidad, Ana se absorbe, no sin torpezas en el personaje de Ginette y Vergara pasa de ser utilizado a aprovechador y se mezcla en colaborar con esta realidad ficticia que termina creando problemas reales a todos los personajes.

El filme está narrado en la forma tradicional de una telenovela y no presenta ninguna novedad formal. No explota bien la relación fantasía-realidad dentro de los personajes, pero resulta una película amena, que ha tenido mucho éxito de público en La Habana. El tema del jineteo es ya un huésped muy frecuente en la cinematografía cubana, lo único novedoso aquí es crear una jinetera de fantasía para el lente del extranjero.

Para sorpresa mía, el argumento fluye con ligereza, excepto en un par de momentos, y los personajes no se ven obligados a atragantarse declamando frases que parecen escritas por sordos, lo cual es un fenómeno endémico del cine cubano. El guión está escrito por Eduardo del Llano y Daniel Díaz Torres, quienes han colaborado anteriormente en Alicia en el pueblo Maravillas, Kleines Tropicana, Hacerse el sueco y en Lisanka.  A juzgar por los guiones escritos por Díaz Torres con otros colaboradores y por sus artículos de los años setenta en la revista Cine cubano, llenos de un lenguaje rígido de manual de instrucción revolucionaria y en los cuales había más comillas que palabras, me inclino a pensar que el responsable de los logros del libreto es del Llano, quien es un escritor con buen oficio, quien además de guiones tiene en su haber libros de narrativa y que ha escrito y dirigido cortometrajes con buen sentido del humor como Monte Rouge.

Díaz Torres (La Habana 1948), quien comenzó alrededor de 1975 como documentalista y como asesor de Santiago Alvarez en los Noticieros del ICAIC, es un director de gran experiencia y respetable artesanía. Realizó la muy controversial Alicia en el pueblo Maravillas (1991), pero quedó llena de claves y alegorías crípticas solo para entendidos y me parece que quedó muy corta de sus propósitos críticos, sin ser una gran obra artística. A partir de ahí ha realizado películas que no pasan de ser mediocres, incluyendo un documental dedicado a entrevistar al expresidente de la Asamblea Nacional de Cuba, el nefasto Ricardo Alarcón. Esta cinta es uno de sus mayores logros.

Pero la mayor sorpresa que reserva La película de Ana, es la extraordinaria actuación de Laura de la Uz, quien se mete de lleno en un papel complejo que conlleva hacer casi tres personajes en uno, con diferentes giros dramáticos y transiciones complicadas, todo lo cual resuelve con una naturalidad inusitada. Está prácticamente en todos los planos de la película y es su actuación la que define al personaje central, le da una organicidad que lo hace interesante y merecidamente se roba la atención del espectador. Sin la actuación de Laura de la Uz, el personaje de Ana-Ginette sería uno más o pudo haber sido un verdadero desastre. Laura salva a todo el mundo. Analizando su carrera en  retrospectiva,  a pesar de haber empezado como promesa joven en Hello Hemingway (1990) con apenas 20 años, nunca ha recibido la oportunidad de tener un papel estelar, lo cual después de ver esta actuación uno se pregunta las razones por las cuales se le negó.

Como complemento secundario, Yuliet Cruz (Pompas de jabón; Habana Blues y Habana Eva), en el rol de Flavia, está también en gran forma artística. Hasta ahora solamente le han permitido tocar una cuerda, pero la toca muy bien y es una actriz que llena la pantalla con su presencia y soltura. Tomás Cao (Habana Blues), como Vergara, hace lo mejor con lo que tiene en sus manos. El resto del elenco cumple su misión sin penas ni glorias.

La cinta fue elegida como la mejor película cubana del 2012 por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica y recibió el Premio Coral por el mejor guión en el más reciente festival de cine de La Habana. Pero a pesar de que muchos hablan de sus elementos críticos, que los tiene, aunque son ajustes de cuentas viejas, hay un par de problemas con la película que apuntan a un maniqueísmo simplificador en la peor tradición ideológica de las autoridades culturales cubanas.

Resulta que el hecho que dispara el desarrollo del tema es el que un cubano de Miami, un exiliado traidor, quiera pagar por un refrigerador. Es preferible prostituirse y recibir dinero de un alemán o un austríaco antes de permitir eso. Como si unos dineros fueran mejores que otros o cualquier extranjero fuera mejor que un cubano exiliado. Por otra parte, los personajes locales son una vez más, presentados como víctimas de la historia, seres básicamente buenos tratando de hacer lo mejor para sobrevivir. Pero esas prostitutas angelicales tienen una larga tradición en el cine. Lo otro es la demonización del sexo. Todo se le permite a Ana mientras no tenga relaciones sexuales. Puede vender el alma pero no la vagina. Puede vender una ilusión pero nunca su identidad.  Esto no solamente resulta simplista, puritano y barato, sino que le resta lucidez a la película con unas pretensiones de sermón subliminar que nunca debió tener. O es que quizá ese era el arreglo para poder decir lo otro y que se pudiera exhibir. Eso no lo sé, pero lo que queda es el maniqueísmo y la pequeña afrenta ideológica, en lo que hubiera sido simplemente una divertida comedia de enredos. Por todo esto, hay que dar una vez más las gracias a Laura de la Uz y a Yuliet Cruz.

La película de Ana (Cuba 2012). Dirección: Daniel Díaz Torres. Guión: Eduardo del Llano y Daniel Díaz Torres. Fotografia: Raúl Pérez Ureta. Con: Laura de la Uz, Yuliet Cruz, Tobias Wolfgang y Tomás Cao. Disponible en DVD a través de Kímbara Cinemateca Cubana.

Roberto Madrigal

Tuesday, February 5, 2013

Premios: docilidad y responsabilidad


 
La mayoría de los premios literarios se conceden a los autores por un libro destacado. Son generalmente otorgados por editoriales, asociaciones de críticos, círculos de lectores, instituciones culturales y algún que otro ayuntamiento. Sirven para propulsar a un escritor nuevo o reconocer la calidad de alguien establecido y ayudan al prestigio individual del escritor y a su estado financiero. Es cierto que muchos son arreglados de antemano, pero eso es ya otro asunto.

Hay otro tipo de premios, que son fundados por gobiernos o entidades gubernamentales, que por lo general son una coronación de la obra conjunta de un autor. Aunque no es gubernamental, el  Nobel cae más o menos en esta categoría. Estos premios se entregan a escritores que ya han pasado la madurez y han realizado lo mejor de su obra. Al aceptarlos, los autores asumen una gran responsabilidad  que va más allá de su papel como escritores. Se convierten, en algunos casos a su pesar, en figuras demasiado públicas, involuntarios embajadores culturales. A partir de ahí, sus palabras van a ser escuchadas por numerosas personas que jamás han leído un renglón de sus libros. Sus declaraciones cobran una resonancia que demasiadas veces tiene muy poco que ver con la literatura. Una gran parte de los ganadores de estos premios no vuelven a hacer ninguna obra de valor, pierden su filo, el peso de la responsabilidad los abruma o simplemente se docilitan, se acomodan al status quo.

El Premio Nacional de Literatura de Cuba fue creado en 1983 por el Ministerio de Cultura, o sea, por el gobierno. Al principio, para darle lustre, se lo dieron a figuras notables como Guillén, Tallet, Eliseo Diego y Dulce María Loynaz, pero poco después, sobre todo en la última década, se lo han dado a septuagenarios de segunda línea como Luis Marré, Ambrosio Fornet y Daniel Chavarría. El panteón de los ancianos se ha quedado vacío de gente de mérito. El de 2012 le fue concedido a Leonardo Padura, quien con sus cincuenta y siete años se convierte en el segundo escritor más joven en obtenerlo (el más joven, en su momento, fue Miguel Barnet). ¿Por qué Padura y por qué ahora?

No soy un experto en la obra de Padura (ni en la de nadie), pero desde hace unos quince años lo vengo leyendo con atención y por lo general con placer. Desde Pasado perfecto, su tetralogía policíaca me resultó muy interesante. Con la excusa de la investigación criminal, presentaba un mundo corrupto en las altas esferas del país, que se mezclaba con el poder político y que exponía algunas de las debilidades del sistema de una forma nunca antes vista en publicaciones de escritores residentes en la isla y aprobados por la UNEAC. Solamente me falta por leer La novela de mi vida y La cola de la serpiente para completar la lectura de su obra. Con La neblina del ayer me dio la impresión de que se la había acabado la gasolina a Mario Conde y al Padura policial, que parecía querer salirse de la literatura de género para atacar proyectos más ambiciosos. El hombre que amaba los perros me parece una novela muy bien hecha y bien investigada en la cual a pesar de escamotear algunas cosas, logra un trabajo pulido con un tema insólito en la literatura cubana.

Bien pensada, la obra de Padura es menos controversial de lo que parece, lo que sucede es que dadas las circunstancias de la censura cubana, antojadiza, rígida pero indefinida y con patrones siempre cambiantes para combinar la inseguridad con el terror, cualquier cosa provoca controversia. Si se lee con cuidado, a pesar de diagnosticar algunas enfermedades sociales, estas ya eran de sobra conocidas para el público en general. Cuando se publica Pasado perfecto (1991 en México y 1995 en Cuba), ya el caso Ochoa había mostrado, por todos los medios de difusión del propio gobierno, los niveles de corrupción que existían en las fuerzas armadas y en el mismísimo Ministerio del Interior. Contrapesando los pecadillos de funcionarios expuestos por Padura, está la presencia, como figuras centrales, como héroes, de honestos y diligentes miembros de las fuerzas represivas. El teniente Mario Conde, que nunca quiso ser policía y que resulta demasiado culto para su cargo, es un hombre honesto, su superior El Viejo, es otro hombre de la “honesta” vieja guardia, alguien frustrado por el derrotero que tomaba la utopía. Las observaciones críticas de estas novelas son siempre desde este punto de vista. El espíritu revolucionario se puede salvar aunque la realidad diga lo contrario.

En El hombre que amaba los perros, utiliza la figura de Trotsky para desarrollar la trama alrededor de su asesinato. Trotsky es, para los que se resisten a aceptar la historia, la esperanza de lo que pudo ser y no fue. El estalinismo y el hecho de ser asesinado por Stalin, lo convierten en el Mártir de la Utopía. La presencia del asesino Mercader en Cuba queda vista solamente desde el atisbo de un joven soñador, que por lo general desconoce de lo que es testigo. A pesar de su dominio del lenguaje y la técnica literaria, Padura, en sus novelas, siempre se queda corto, no trasciende. A su obra parece que le falta algo, es también como una promesa que no se realiza. Es porque escribe con sagacidad para evitar la censura. La suya es una literatura de pacto.

Como figura pública, habla por ambos lados de la boca. Se dice y se contradice. Por lo general, sus críticas son realizadas en el extranjero, pero el nivel de las mismas depende de para quién habla. Su postura es la de que hay que mejorar la revolución, aceptando el mando de la cúpula senil. Critica mayormente cosas que sucedieron y se cuida mucho de criticar lo que sucede en este momento. Si concede una entrevista para la revista danesa In Defence of Marxism, se presenta como el hombre que, a pesar de las dudas siempre creyó (y cree) en el proyecto y se distancia de las nuevas generaciones porque “estas no creen en nada”. Me pregunto cómo lo sabe. Si habla entonces para La joven Cuba, dice cosas como “…afortunadamente para todos nosotros a nivel político no hubo los excesos del estalinismo. La UMAP, que fue algo terrible e inadmisible, fue más o menos como ir a un juego de pelota, unos Quince o ir a la playa en comparación con lo que fue un gulag soviético, eso hay que reconocerlo”. Esto es un alarde de insensibilidad que linda con lo deshonesto.

Padura representa el hereje, sobre todo en la definición de Isaac Deutscher (autor que seguro  consultó para escribir sobre Trotsky y debe conocerlo bien), que es aquél que disiente porque en realidad tiene tanta fe en el proyecto político, en la utopía, que está convencido de su pureza. Padura añora la gesta, la época de las consignas y el internacionalismo, padece de lo que yo llamaría Gestalgia. El presente, a su modo de ver, es una perversión del sistema.

El premio que acaba de recibir y la presión a la cual lo somete, puede acabar con el elemento más crítico de Padura y reducirlo a su aspecto de hereje dócil. Es cierto que por su literatura y por muchas de sus declaraciones, ha sido una de las figuras más interesantes de la cultura cubana en los últimos quince años. No sé cómo se las arreglará este hombre que insiste que sigue siendo el mismo “Nardito” como se le conoce en Mantilla, fanático del béisbol, de Credence Clearwater Revival y de The Fool on the Hill, para mantener su creatividad y su responsabilidad social después de haber aceptado este premio. Ojalá me equivoque, porque es un hombre de indudable talento, pero me parece que al aceptar el galardón ha aceptado también las ataduras y la docilidad que implica. Tendrá que cumplir ese acuerdo nunca escrito y mucho menos firmado, pero no por ello menos acatable, que impone el censor. Se convertirá solamente en el escritor que dice, como expone Nicolás Lara en su trabajo Padura o la antimemoria de la estrella solitaria, publicado en este mismo blog, que: “al ser publicado el libro en Cuba (El hombre que amaba a los perros), y al ser presentado durante la Feria del Libro en los fosos de la Cabaña, es un símbolo de que el país avanza”.

 
Roberto Madrigal