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Saturday, December 26, 2015

Cinco años ya


Esta vez se cumplen cinco años de bloguear, y este fue un año interesante, para ponerlo de manera ambigua. Quiero de nuevo desear una feliz navidad y un mejor 2016 a todos los que me leen, seguidores y asiduos, así como a quienes divulgan mis entradas. Gracias a todos, incluyendo a Armengol, Ballagas, Cancio, Gálvez, Hernández Busto, Ponte, Rita Martin, Néstor DDV, (M)aldito Menéndez, Ted Henken, Teresita,  Triff,  Rogelio Fabio Hurtado, Verónica, Yanitzia, Yoani y Zoe. A Café Fuerte, Cubaencuentro, Diario de Cuba, Penúltimos Días, el Profesor Castro y Tumiamiblog. En este grupo agrego a Cubanet (Hugo), a Primavera Digital (Juan González Febles), a Enrisco y a Libros del Crepúsculo (Rafael). También a todos los que comentan y me divulgan por Facebook, entre ellos Juansi, Jesús Rosado, Mercy Frances, Midalys Palacios, Iván de la Nuez, Jorge Dávila, Jorge Sotolongo, Liu, Idalia, Cira, Maida Donate, Nery Maceira, Regina, César Reynel, Nicolás y tantos otros que los omito para no hacer una lista tediosa, incluyendo a muchos que tienen mi enlace en sus blogs. Perdonen los que quedaron fuera, fue, de nuevo, el arbitrario azar, sé que hay muchos más y mi agradecimiento es igual para todos. Gracias otra vez.


Roberto Madrigal

Tuesday, December 22, 2015

Los límites de la mente esclava


Por supuesto que lo primero que me dio ver las fotos de Puig y Abreu, estrechando la mano de su antiguo amo Antonio Castro, fue repugnancia. Es repugnante ver a cualquiera estrechando la mano del impresentable Antonio Castro. Pero después pensé que todo tiene varios puntos de vista y que no está del todo mal que los cuatro peloteros cubanos que andan por la isla como parte de la delegación de las Grandes Ligas encabezada por Joe Torre, le restrieguen en la cara a sus antiguos verdugos, los millones que por años les negaron a ganarse. En definitiva, si pasahambres ordinarios van igualmente a alardear de sus triunfos, sin que sus historias sean ciertas, pues me parece bien que estos atletas vetados, censurados y declarados como traidores de la manera más oficial posible, lo hagan.

Lo que después me llamó la atención fue una nota que leí en el sitio Havana Times, firmada por Ronal Quiñones, en la cual se da a entender que, por no llevar aún ocho años fuera del país, que es la condena que endilga el gobierno cubano a quienes bajo su propia y arbitraria definición, son “desertores y traidores”, tanto Yasiel Puig como José Dariel Abreu, no pueden moverse libremente sin previa autorización, a diferencia de Alexei Ramírez y Brayan Peña, que ya “cumplieron” sus condenas.

Para añadir insulto a la herida, Abreu, entrevistado por Quiñones, da las gracias “por esta oportunidad de poder regresar a la patria”. O sea, que al pobre hombre solo se le ocurre agradecer por continuar siendo un humillado, alguien que necesita de un permiso gubernamental para regresar a su propio país, lo cual constituye una violación de los más elementales derechos humanos universalmente aceptados. Y esa oportunidad tan generosa viene con limitaciones, o sea, para moverse por su “patria” tiene que pedir, una vez más, permiso. Yo sé que no se le puede pedir mucho a un pelotero. Pero Abreu refleja los límites de una mentalidad que se ha forjado con una perseverante violencia mental por 57 años. El pobre (a pesar de sus millones), ni siquiera se ha enterado que es un esclavo.

Entiendo que esta misión de las Grandes Ligas a Cuba funciona como una caricatura tardía de la “Diplomacia del Ping-Pong” que utilizara el presidente Nixon en los años setenta para negociar con China. Claro, cuando aquello, se trataba de maniobrar con la estabilidad de las relaciones entre las grandes potencias durante la Guerra Fría, una situación que mal llevada pudo resultar desastrosa para toda la humanidad. Ahora se trata de posicionarse para, a la larga, aprovecharse de una isla olvidable, que hace mucho perdió su protagonismo en la configuración política internacional.

La “Diplomacia del Ping-Pong” no pudo evitar Tien An Men y la misión de las grandes ligas tampoco evitará la represión a quienes salen los domingos a marchar desde el parque Gandhi, o a la UNPACU o a quien le venga en gana a Raúl Castro. Pero los chinos (al menos unos cuantos millones), comen hoy mejor que antes, aunque se sigan cayendo los edificios mal construidos. Los cubanos de a pie, siguen en su miseria y la economía del país sigue siendo un parásito de Miami.

Lo que si me causa cierta indignación es pensar que el comisionado de béisbol Rob Manfred y su enviado Joe Torre se prestaron a llevar a la isla a dos peloteros, que aunque sean grandes estrellas aquí, iban a tener que sufrir el vejamen de no poder moverse libremente por su país. Si lo sabían y lo aceptaron, son culpables de complicidad, si no lo sabían, son culpables de ser paternalistas ignorantes. Claro, a Manfred y a Torre lo que les importa es comenzar a establecer un nicho en la isla para cuando el implacable tiempo acabe con los Castro y cualquier político subsecuente sea más abierto. Cuba como la futura cantera, lo que nunca debió dejar de ser. Los derechos del pueblo cubano son asunto de no se sabe quién porque ya los cubanos ni cuenta se dan que se los violan.



Roberto Madrigal

Sunday, December 6, 2015

La tozuda y morbosa vocación de servilismo de los intelectuales cubanos


Desde principios de julio la obra teatral El Rey se muere, montada por Juan Carlos Cremata, fue censurada por las autoridades ideológicas de la cultura cubana. Poco después, Cremata fue removido de su trabajo como director de cine y de teatro. Que yo sepa, solamente el escritor y cineasta Eduardo del Llano en su blog, así como el cineasta y crítico de cine Enrique Colina alzaron su voz públicamente en defensa de Cremata. El resto de los cineastas y escritores cubanos hicieron un silencio cómplice. Como sabemos, el que calla otorga.

No conozco personalmente a Cremata, solamente conozco su obra y algunas de sus anteriores declaraciones públicas y me parece completamente prescindible. Ahora bien, una vez que un artista se convierte en el objeto de la censura, sin importar nuestra opinión sobre su persona o sobre su obra, merece nuestro más urgente apoyo.

Pero los cineastas cubanos, desde hace casi dos años, están empeñados en lograr que se decrete una nueva ley de cine. Quieran más libertad y apoyo para la creación y distribución independiente del cine cubano. Es una batalla contradictoria, pues le están pidiendo limosna y condescendencia al propio censor, al organismo que ha controlado su destino artístico. Parece que se han acostumbrado a vivir de las migajas y en vez de pedir la desintegración del ICAIC, ya obsoleto y mero controlador del quehacer cinematográfico de la isla, le piden que se mantenga ahí y que actúe como un papacito bondadoso.

A pesar de que con las nuevas tecnologías se puede hacer cine con bajo presupuesto, o de forma independiente, y algunos jóvenes lo han demostrado, los cineastas cubanos quieren oficializar los permisos una vez más. Maquillar la censura. Desean tener autorización para filmar con bastante libertad y que el censor les garantice la distribución.

En los últimos meses se nota una creciente preocupación por comercializar la obra, incluso ha habido quejas porque Cuba, el ICAIC, no presentó ninguna película candidata a los óscares. Piden censura de baja intensidad a cambio de que se les propicie divulgación internacional y para ello entregan su complicidad intelectual.

En la última reunión de los cineastas con los burócratas del ICAIC, en la cual finalmente se atrevieron a redactar una declaración de condena a la censura de Cremata, dando muchas vueltas y utilizando las indirectas de siempre, se apareció el disidente Eliecer Avila y los burócratas la emprendieron contra él, denunciando su presencia como un acto de provocación y finalmente usando los paleolíticos términos de que la crítica solamente se les permite a los revolucionarios y citando de nuevo las palabras del Comandante en Jefe en su viejo discurso de la biblioteca.

Acto seguido, los miembros de la UNEAC, ni cortos ni perezosos, redactaron una declaración de apoyo a la postura oficial de los apparatchiks del ICAIC y volvieron a citar las famosas “palabras a los intelectuales”. O sea, que en el campo minado de la cultura, las barricadas se mantienen en su sitio.

Después, los escritores y matarifes culturales se reunieron para buscar una posición respecto a cultura y turismo. Temen que la “gran cultura nacional de la revolución” quede manchada por la presencia callejera de negras disfrazadas de brujeras tirándole los caracoles a los turistas con un tabaco apagado en la boca. Se alzan contra la caricaturización del folclore y expresan su preocupación. No les preocupa la censura ni los ataques a los grupos disidentes, no, la mayor afrenta a la elevada cultura revolucionaria son los reguetoneros, los tríos callejeros improvisados y los que especulan con los sacrosantos rituales afrocubanos (a pesar de que los mercenarios oficiales le prepararon, como ellos mismos dicen, una boda típica afro al cantante Usher. ¡Qué bien! ¿Qué es una boda afro?).

Por otra parte el flamante Premio Princesa de Asturias, Leonardo Padura, se presenta en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y dice que los problemas económicos han limitado la creatividad de los escritores cubanos. ¿Qué es lo que temen? ¿Qué se les acabe el salario de la UNEAC, que ya no resuelva casi nada? Buscan garantizar el apoyo institucional, al menos para buscarse los dólares en el extranjero. Padura y Pedro Juan Gutiérrez, quienes aseguran que jamás les han cambiado una coma en sus obras, no padecen de ese problema. Han reunido bastante dinero porque se les ha permitido publicar en el extranjero a cambio de decir sandeces como esas y otras más.

¿Desde cuándo la escasez monetaria ha afectado la creación literaria? No quiero salirme de los ejemplos del patio, pero antes del 59, Lezama Lima se las arregló para sacar revistas y publicar su obra con pequeñas ayudas y sin recibir compensación monetaria por sus escritos. En el exilio Esteban Luis Cárdenas y Guillermo Rosales vivieron en la miseria sin que ello impidiera que siguieran creando.

A Carlos Victoria le tomó muchos años ser publicado y se tuvo que financiar muchas de sus obras, pero eso no lo detuvo. Heberto Padilla, Reinaldo Arenas, Manuel Ballagas y yo comenzamos revistas literarias costeándolas con nuestros propios bolsillos, cuando apenas nos alcanzaba el dinero para comer. Para colmo, fuimos atacados en los foros y revistas internacionales por la poderosa maquinaria del gobierno cubano. Nada nos detuvo.

Según Padura, lo ha dicho varias veces, hay un gran movimiento literario cocinándose en la isla, aunque casi nadie se haya enterado. El debe saber algo que muchos no sabemos. De sus declaraciones pudiera deducirse que en Cuba hay una inmensa cantidad de escritores que merecen atención. Sí, como no. Parafraseando el chiste ruso, diría yo que: “¡Cuán maravilloso es ver la cantidad de escritores que ha producido la revolución! Antes solo teníamos a Piñera, a Lezama y a Baquero”.


Roberto Madrigal

Saturday, November 21, 2015

¿La descomposición de la cultura occidental?


Hace muchos años, a principios de los ochenta, en medio de una difícil situación financiera, me llegó una misteriosa pero bendita llamada telefónica. Unos árabes (no sé de dónde), residentes en Chicago, querían hacer una nueva edición bilingüe de El Corán, en inglés y en español, y yo resulté ser el escogido para traducir y editar.

Me quedé muy sorprendido. Les dije que, por supuesto, yo no sabía ni una gota de árabe, pero me dijeron que eso no era ningún problema. Me enviaron un ejemplar de la versión española de Plaza & Janés y varias ediciones en inglés. Les riposté que en el mejor de los casos podía cotejar y quizá mejorar lo ya traducido basándome en mi conocimiento de la lengua inglesa (y de la española), pero que sería una obra algo bastarda, ya que sería una traducción de traducciones. No les importó.

Me hicieron una oferta que no podía rehusar y hasta me enviaron un generoso cheque de adelanto, con lo que resolví muchos de los problemas que me agobiaban. Me leí todas las ediciones que me enviaron y tras un mes de trabajo, los llamé al teléfono que me habían dado y estaba desconectado. Nunca más recibí noticias de ellos. La suma que me habían pagado recompensaba de sobra el mes dedicado a leer los textos. Entonces me lamenté de no haber concluido mi trabajo pero a la luz de los hechos que se han desarrollado en los últimos quince años, me alegro. Estaría preso o bajo vigilancia ahora. Jamás supe la razón por la cual me escogieron ni por la cual desaparecieron. Todavía poseo cuatro de las cinco ediciones que me enviaron. Regalé una.

Con lo anterior quiero decir que, aunque no soy ni de lejos un experto en islamismo, he leído El Corán más veces que muchos estudiosos. Cualquier texto religioso puede interpretarse de muchas maneras. Todos tienen en común que el paraíso no es para todos y que llegar a El exige sacrificios. En alguna parte todos llaman a la destrucción de los infieles, pero El Corán, lo hace más que ninguno. No creo que el islam sea una religión de paz, aunque la inmensa mayoría de sus practicantes sean gente decente y pacífica.

Tampoco creo que sea, y esta es una opinión muy personal, una religión “oriental”. Creo que se circunscribe muy bien dentro de la tradición occidental, es un derivado del judaísmo y el cristianismo. De tan derivado que es me parece una aberración, pero cientos de millones de islamistas me argumentarán lo contrario. No me importa, mi opinión no va a cambiar, pues creo que es un marginalismo del cánon occidental.

Los valores de la cultura occidental han estado haciendo implosión desde la Primera Guerra Mundial, y tras la Segunda Guerra Mundial, sus creadores y promotores cedieron, a regañadientes, el control de la misma a los Estados Unidos, considerado por los europeos como unos campesinos advenedizos. Los totalitarismos nazistas, fascistas y comunistas se encargaron, por más de cincuenta años de resquebrajar la médula de la civilización judeo-cristiana. Por muchas décadas el asalto a la cultura occidental fue interno, fueron disputas entre facciones autóctonas.

Cuando se cayó el Muro de Berlín en 1989 también se cayó el muro de contención que existía en el Cercano Oriente y en Africa  para evitar el despliegue descontrolado de los conflictos étnicos y religiosos que subyacían bajo la forzosa unidad anti-colonialista, pero obediente de los valores judeo-cristianos que se respetaban en razón de una lucha bajo principios ideológicos. Se tambalearon los baazistas en el mundo árabe y los gobiernos seudo-democráticos de corte occidental en el Africa.

Tras varios errores estratégicos, como la invasión rusa a Afganistán y la americana a Irak, ahora tenemos a Al Qaeda, a Hezbolá, a ISIL y a Boko Harum. Todos, a su manera, han desatado un desafío terrorista al mundo occidental, pero no estoy seguro que a sus valores culturales. Enarbolan la religión para mover a las masas como los candidatos republicanos lo hacen con los cristianos fundamentalistas (solo que estos últimos, hasta ahora, sin violencia).

Los recientes atentados terroristas al Líbano, al avión ruso, a París y ahora a Bamako, deben ser todos condenados, sin tapujos, como lo que son. Cobardes actos terroristas. No hay excusas, ni se puede minimizar la importancia de unos por la cobertura de prensa de otros. Todos los terroristas son, en el peor de los casos, cobardes, porque la emprenden contra civiles inocentes y desarmados, y en el mejor de los casos, son autodestructivos, porque se inmolan de forma delirante.

Two wrongs don’t make one right se dice en inglés, y es cierto, no importa que París reciba más cobertura que Bamako, eso no hace a París menos trágico, pero no nos hagamos los inocentes, Paris nos importa más que Bamako. Puede que sea muy injusto, pero es la realidad.

Además, si atacan París, y nótese que Malí y Líbano fueron colonias francesas, es porque Francia es la madre del secularismo moderno y el único imperio que exportó, aunque sea solo a las clases dominantes en sus colonias, un estilo de vida, un savoir faire que ni ingleses ni españoles ni alemanes ni belgas intentaron. Francia es una afrenta a cualquier movimiento de fundamentalismo religioso.

El occidente no descendió con sus valores democráticos sobre sus colonias. Imperó el pillaje, pero eso no disminuye en nada los valores que se han reservado para sí mismos. Puede que sea discutible que sean valores universales, pero son los valores que cuando se respetan, funcionan y fundamentan a los países más desarrollados del planeta y donde la gente vive mejor, incluyendo un país tan oriental como Japón, que hasta hace unos cien años consistía en unas islas bien aisladas del resto del mundo.

Me molesta cuando los liberales aceptan el exceso de relativismo cultural. Por una parte quieren exportar los valores de la democracia que nos vienen desde los griegos, pero por otra hablan de una absurda tolerancia (qué palabra tan paternalista y condescendiente), pretendiendo que hay que aceptar y darle cabida en nuestra sociedad a las creencias de otros.

No se equivoquen, yo soy el primero que pienso que debemos aceptar (no tolerar), las creencias diferentes a las nuestras. Cada cual debe ser libre de creer en lo que le parezca más afín. Pero si nuestra cultura, que incluye logros económicos, políticos y sociales, se fundamenta en una médula judeo-cristiana, no se puede permitir que valores antagónicos tomen un papel hegemónico en nuestra sociedad. Los otros pueden coexistir, pero no dominar.

Sí creemos que no nos debemos rebajar y actuar como nuestro enemigo, quiere decir que creemos en la universalidad de nuestros valores. Si es así, entonces hay que defenderlos. El enemigo no son los refugiados árabes, ni los musulmanes de Europa. El enemigo consiste en organizaciones que captan fanáticos y frustrados para sus propósitos y que son liderados por individuos instruidos y educados en los valores occidentales. No debemos olvidar que los responsables del 11 de septiembre eran mayoritariamente saudíes y entraron legalmente por Canadá.

París no es solo la Torre Eiffel y el Arco de Triunfo, es también los arrabales miserables de árabes y africanos sin posibilidades de mejorar su situación económica y que luego resulta la carne de cañón de la cual se nutren los terroristas. Hay que atacar a los terroristas en varios frentes.

Una respuesta militar medida, es necesaria. Pero también hay que modificar los impedimentos que hacen que las nuevas minorías, sobre todo las segundas generaciones, se queden en las márgenes del desarrollo social y económico de los países a los cuales emigran en busca de una mejor vida.

Es hora de desplegar los valores democráticos con firmeza y con justicia. Sin racismos ni soluciones extremas. Si nuestros valores, cuando se respetan, funcionan, en consecuencia, esos grupos étnicos se asimilarán a ellos. Entonces, el enemigo ante el despliegue militar y verdaderamente cultural, se asustará. Es una guerra ardua y larga, contra un enemigo difuso, pero no hay que asustarse, hay que mantener las convicciones sin acudir a extremismos ni a soluciones simplistas. No podemos sacrificar nuestro estilo de vida ni nuestras libertades.


Roberto Madrigal

Tuesday, November 17, 2015

Carta de despedida al Abicú


Por Orietta Madrigal

Querido Jorge:

Es difícil tratar de resumir en pocas palabras, cuando hay tantas que decir…, sé que ya no llegarán a ti, pero quiero, despedirte compartiendo con todos los que te quisimos, algunas de mis memorias que mejor definen el gran ser humano que fuiste.
Durante casi treinta años de amistad, son muchos los recuerdos que vienen a mi mente, hasta llegar a las largas conversaciones telefónicas, donde compartíamos opiniones y otras veces discutìamos -imposible dejar de hacerlo contigo- de cualquier tema, desde cómo hacer frituras de carita en Colonia, hasta los asuntos de actualidad más recientes, pasando por política, literatura, cine, y por supuesto comentar acerca del maravilloso clima de nuestras ciudades…   
Siempre supe que fuiste un hombre íntegro, excelente padre, hijo y un amigo sincero. Por ello no me sorprendió, que siendo miembro del partido comunista, te atrevieras a confrontar el régimen castrista, encabezando un documento, que de hecho, te convertían en un enemigo de la revolución, y sabías, que por ello, tendrías que asumir fatales consecuencias. Se necesitaba valor y honestidad para dar un paso así y tú lo diste…
Y ni las represalias ni las amenazas de encarcelarte, como finalmente sucedió, te amedrantaron en tu decisión de defender los principios que sentiste traicionados, y a los que te habías entregado desde muy joven, como alfabetizador, soldado y miembro del partido comunista.
Pero fue la anécdota que me contaste cuando me visitaste en Cincinnati, lo que me ratificó, no sólo tu valentia, sino también tu agudo sentido del humor, que muchas veces utilizabas para desarmar hasta el peor de los enemigos, como el día que, al regresar a tu casa -despues que leíste en la UNEAC el documento firmado junto a otros intelectuales-, te estaban esperando un grupo de hombres. “… querían aparentar que eran mis vecinos del barrio que, venían a enjuiciarme por traicionar a la revolucion, pero desde que los vi, supe que eran de la Seguridad y cada golpe que me dieron, sabía a que parte de mi cuerpo estaba dirigido. Me cayeron encima, hasta que me caí al piso, y en eso llegó la policia. Me montaron en un carro y cuando me bajaron en la estación de policía, apenas podía mantenerme en pie. No  sé de donde saqué fuerzas, pero logré pararme sin ayuda, y con una sonrisa de oreja a oreja, les dije: “Nada, no pasa nada! El negro no tiene ná, caballero … y entonce…?”*
 Siempre fuiste valiente, cuando te golpearon, cuando te encarcelaron, cuando tuviste que afrontar desde la prisión la pérdida de tu querida esposa, y quizás la más dura de todas, la separación de tus queridos hijos, por los que estabas dispuesto, como decías, a traducir lo que que te cayera, por tedioso que fuera, con tal de mandarles unos kilos a Cuba.
También te las arreglaste para sobrevir al frío exilio alemán, que gracias al amor y apoyo de tu querida Ana te fue mas llevadero en esa ciudad. La misma que por esos misterios insoslayables de la vida, te sentiste atraído desde que eras un niño, y tu tío favorito te contaba acerca de una lejana ciudad llamada Colonia. “…donde las aguas del río y los manantiales embriagaban con sus perfumadas aguas.”
Y paradojicamente allí llegaste, a vivir y a morir, y no precisamente embriagado por el perfume de sus aguas…
Ya, por último no puedo dejar de decirte que siento profundamente no estar en tu funeral, como te había prometido aquella vez que me llamaste, y medio en broma, me dijiste que que sólo querías que unos pocos estuvieran, y yo era una de ellos.
Desafortunadamente, no podré estar allì y tampoco ya tengo tiempo para decirte cuanto te admiré desde siempre.
 Pero, si de algo estoy convencida, es que si pudieras pararte de donde estás, seguro que volverías a hacer lo mismo que aquella vez, y con tu sonrisa de siempre, nos dirías a todos, amigos y enemigos:
“ El negro no tiene ná, caballero!, y entonce …?
Tendrá que pasar mucho tiempo, para olvidar a un abicú, como tu…

Orietta.

*Tema popular de Los Van Van en los años 90

Sunday, November 15, 2015

Adiós al Abicú


Ayer quería escribir algo sobre lo sucedido en Paris, pero en eso me llegó una mala sorpresa de carácter más personal. Me enteré de la repentina muerte de Jorge Pomar. Con los años, las muertes de los amigos se vuelven más dolorosas y cercanas, sobre todo cuando uno vive distante de muchas de las personas por las cuales siente cariño.

No conocía a Pomar en Cuba. Sé que fue soldado en Angola y militante del Partido Comunista, un pasado que nunca ocultó pero del cual no se sentía particularmente orgulloso. Fue su honestidad la que lo fue separando de todo aquello porque Pomar, ante todo, era un hombre honesto y de opiniones firmes.

Su visión política lo llevó a incorporarse a la disidencia. Firmó la “Carta de los diez” junto a
María Elena Cruz Varela, Raúl Rivero, Fernando Velázquez, Manuel Díaz Martínez, José
Lorenzo Fuentes y Manolo Granados, entre otros, ya que finalmente fueron mucho más de diez
los que firmaron y apoyaron el documento. De eso, tras continuar sus actividades opositoras,
fue a parar al presidio, del cual salió por una gestión personal del Premio Nobel alemán
Günther Grass.

Como era germanista, fue a parar a Alemania, en donde entre otras tareas se desempeñó como traductor para la cadena televisiva Deutsche Welle. Tuve el privilegio de ser su huésped en Colonia. Fue uno de los más espléndidos, atentos y generosos anfitriones que he tenido. Pude retribuirlo cuando me visitó en Cincinnati. Ambas fueron visitas inolvidables.

Pomar abrió su blog El Abicú Liberal y levantó muchas ronchas con sus opiniones. Si algo nunca tuvo fue miedo. Discrepamos en muchas cosas, pero eso no afectó para nada la amistad. De hecho, muchas de las opiniones que le discutí, se han probado a la larga que él estaba en lo cierto y yo errado.

No es mi intención elaborar un detallado resumé de su carrera, sino solamente despedir al amigo en su sorpresiva y repentina partida. Después que cerró el blog hizo un retiro virtual. Apenas se sabía de él. Mandaba mensajes crípticos de cuando en cuando, por correo electrónico o por Facebook. No sé aún de que murió allá en la ahora lejana Colonia, si de tristeza o de demasiadas cervezas y carnes procesadas. Da lo mismo. Recibe mi triste adiós, amigo, aunque creo que es demasiado tarde para que me escuches.


Roberto Madrigal

Saturday, October 31, 2015

De oleadas migratorias


¿Son muy diferentes entre sí las varias oleadas de cubanos que llegan a Estados Unidos huyendo del castrismo? Sí…y no. Al menos, por 56 años ya, todas tienen la misma causa de fuga.

La primera oleada, llámesele exilio histórico o cualquier otro nombre, ciertamente estaba constituida mayoritariamente por las clases más educadas y de más riqueza. Profesionales, artistas, banqueros, pequeños comerciantes, periodistas, músicos, grandes hacendados y políticos influyentes componían este grupo, junto con un menor porcentaje de obreros y campesinos. Llegaron masivamente a unos pantanos casi desiertos y prácticamente de la nada, gracias a su número y a sus habilidades, levantaron una ciudad. Tenían una ventaja: habían vivido en el capitalismo y conocían lo que era participar en una sociedad competitiva.

Abogados se convirtieron en profesores de español, políticos en funerarios, médicos en limpiapisos y así muchos tuvieron que reinventarse, aunque hubo un gran número de profesionales que continuaron trabajando para las compañías que los habían contratado en Cuba y otros que pudieron volver a ejercer sus profesiones y oficios anteriores. Hubo antiguos asesino y delincuentes entre este grupo también. La gran mayoría pensaba que regresarían a Cuba pronto y que recuperarían la Cuba que habían dejado. Su anticastrismo era viral.

Salto a la oleada del Mariel. Una emigración manipulada en la cual el gobierno cubano incluyó un gran número de delincuentes comunes. En Cuba el totalitarismo estaba bien consolidado y este grupo (al cual pertenezco), no tenía el menor interés en regresar. Todavía llegaron artistas, profesionales, periodistas y músicos, pero ya no banqueros ni hacendados. También empezó a llegar una gran cantidad de obreros y campesinos menos calificados y bastante lumpen. Esa fue la etiqueta que se nos dio, a pesar de que nuestro anticastrismo también era viral.

Por muchos años fuimos menospreciados, rechazados por una gran parte de la oleada anterior, siempre considerados sospechosos, poco confiables políticamente y delincuentes. A ello contribuyó que el esquema para lograr el enriquecimiento fue el tráfico de drogas. Hay que añadir que muchos de los que entraron en ese comercio ilícito estaban apadrinados por miembros de la oleada anterior.

Otro salto (en definitiva esto no es un estudio sociológico, sino una especie de observación), esta vez a los que han llegado en los últimos veinte años. Es una oleada que no se detiene. La politización del totalitarismo se ha resquebrajado en Cuba, por lo tanto este grupo está menos politizado. También las circunstancias de la isla han cambiado y el ir y venir se ha convertido en rutina. Llegan menos profesionales, menos artistas, menos escritores y menos fuerza de trabajo calificada, pero más obreros y campesinos y también una gran cantidad de individuos que dadas las circunstancias en la isla, no están acostumbrados a trabajar.

El camino de preferencia a la riqueza rápida escogido por algunos de esta oleada, es la estafa al gobierno federal, ya sea a través de falsificaciones al Medicare, el abuso de la ayuda federal o la participación en otros esquemas fraudulentos. A este grupo se le critica la falta de anticastrismo, se les acusa de morder la mano que los alimenta, de gente de baja catadura moral y una larga lista de apodos derogatorios.

Pero lo cierto es que la sociedad americana humilla (en la mejor acepción de la palabra, o sea, reduce la altivez) y absorbe al inmigrante. A la larga, los verdaderos delincuentes se van desgajando y la inmensa mayoría se va adaptando y aprende a ganarse la vida de la forma que se acostumbra en una sociedad cívica. Es cierto que mientras más tiempo se pasa bajo el castrismo, más se esclaviza la mente y se adapta a la falta de perspectiva, a la desilusión económica, al miedo a expresarse y al pesimismo existencial, pero poco a poco, se van acomodando al nuevo sistema. No se puede olvidar que la criminalidad es el precio que hay que pagar por la democracia.

Existe hoy una nueva dinámica en las relaciones entre quienes viven en la isla, los que viven aquí y los que van y vienen. La esclavización de la mente en este caso es reducirlo todo al dualismo castrismo-anticastrismo, de manera estrecha, porque tal parece que todos obedecemos órdenes de La Habana con esta obsesión. En definitiva, la vida está llena (y dominada) por los cambiacasacas.

En todas las oleadas han llegado seres despreciables, desde esbirros del antiguo sistema hasta altos miembros de las fuerzas represoras de Castro. Nadie puede saber si están arrepentidos o no (yo pienso que no, en su mayoría), pero da lo mismo. Más allá de poses soberbias y del uso de un lenguaje a veces incendiario y grandilocuente, el exilio se caracteriza por la tolerancia (algo que nos han querido negar).

No se trata de recurrir a la palabrería vacua de reconciliación, olvido, dignidad y mucho menos de “todos somos humanos”, en definitiva, hay muchos “seres humanos” que nunca debieron existir y no se puede negar que el odio, la violencia y la traición son atributos muy humanos. Tampoco se trata de dejar de luchar y defender los principios de cada cual. Siempre he tenido muy claro quiénes son mis enemigos y lo serán hasta el día que me muera. Lo que sucede que tantas generalizaciones, sospechas, críticas y odios gratuitos, de seguir desentendiéndonos entre oleadas y generaciones, se diluye en la mezcla equivocada el sentido de hacia dónde deben realmente encaminarse nuestras furias.


Roberto Madrigal

Thursday, October 8, 2015

Audacia en Estocolmo


Más allá de los méritos (o falta de los mismos) de sus ganadores, los premios Nobel de literatura se han concedido, con dos excepciones, a dramaturgos, poetas y escritores de ficción. Las excepciones hasta ahora, habían sido Sir Winston Churchill y Earl Bertrand Russell. Por lo general se ha concedido a escritores reconocidos, en su mayoría ya pasados de lo mejor de su carrera, pero que a pesar de las discusiones sobre las injusticias con respecto a los no premiados, eran escritores de peso. Ahí tenemos a Vargas Llosa, García Márquez, Hemingway, Paz, Camus, Eliot, Hesse, Neruda, Faulkner, Mann, Tagore y tantos otros de trascendencia innegable. Es cierto también que otros premios han sido concedidos a escritores menores como Mommsen, Pontopiddan y toda una serie de escandinavos mediocres que solo Suecia podía premiar.  Eso para no mencionar las omisiones obvias como Fuentes, Borges, Proust y Joyce para no seguir con una lista interminable.

Pero este año la fundación Nobel ha hecho una selección osada que rompe su propio molde desde muchos ángulos. No solamente han premiado a una periodista sin obra estrictamente “literaria”, sino que han premiado a una perseguida política y a una escritora (y considero el periodismo escritura) inclasificable respecto a los nacionalismos culturales que los totalitarismos tratan de imponer en la era global.

Svetlana Alexiévich nació en Ucrania en 1948. Su padre era bielorruso (y militar soviético) y su madre ucraniana.  Se repatriaron a Bielorrusia, cuando el padre fue desmovilizado y regresó, al igual que la madre, a su profesión de maestro rural, poco antes de que Svetlana comenzara la escuela primaria. Aunque hizo sus estudios universitarios y trabajó como periodista principalmente en Bielorrusia, escribió y escribe, en ruso, que era el idioma obligatorio en todas las repúblicas soviéticas.

Su tema central es el mundo soviético y post-soviético, sobre todo sus fisuras. Ha escrito sobre el desastre de Chernóbil (Voces de Chernóbil), sobre los efectos del fracaso de la guerra soviética en Afganistán (Los chicos de cinc), sobre los individuos que cometen suicidio porque no pueden adaptarse a la pérdida de la Unión Soviética (Cautivados por la muerte) y sobre el desdeño oficial al papel de la mujer en las guerras (La guerra no tiene rostro de mujer). Su estilo es documental y trata de no adornar los testimonios de quienes entrevista porque cree que lo mejor es presentarlos en sus propias voces.

Su obra fue censurada en la Unión Soviética y no fue publicada hasta la llegada de la Perestroika. Es censurada en Bielorrusia, donde gobierna Alexander Lukashenko, un dictador post-soviético de corte estalinista que no permite que las editoriales estatales publiquen su obra. Es además criticada por otros intelectuales oficialistas bielorrusos porque escribe en ruso y Lukashenko tiene gran interés en restaurar el lenguaje bielorruso y los temas locales para imponer un nacionalismo provinciano que le permita controlar mejor la producción literaria.

Desde el 2000, ha vivido en Paris, Gotemburgo y Berlín. En 2011 regresó a Minsk pero se ha ubicado de nuevo en Alemania. Sus primeras declaraciones tras obtener el Nobel fue denunciar la invasión de Putin a Ucrania. En 2005 ganó el National Book Critics Circle Award por su libro sobre Chernóbil, en 2011 recibió en Polonia el premio Kapuscinski por sus reportajes literarios y en 2013 el premio Médicis por su obra El fin del hombre rojo.

Este Nobel al periodismo, a la disidencia antitotalitaria y a la lucha contra la censura es un acto de audacia de la fundación sueca. Se lo han dado por la “polifonía de sus voces”, lo cual es, además, un reconocimiento al escritor global y a la individualidad de la obra literaria y la excepcionalidad del autor. Ya llegarán pronto protestas de los oficialistas bielorrusos, pues al premiarla la han nombrado como escritora bielorrusa. Así se define ella, aunque es obvio que trasciende las fronteras nacionales con su obra y sus intereses.

Es algo que debemos pensar los cubanos, divididos por el absurdo concepto de las dos orillas, creado en la isla por la burocracia cultural y que aún sigue vivo desgraciadamente en ambas orillas, en donde la autenticidad se mide por la fidelidad a los límites geográficos y los temas nacionales o a la simple oposición a los mismos y la calidad literaria se juzga en base a la condición política.

Con esta decisión insólita de premiar a Svetlana Alexiévich, el Nobel ha reafirmado, entre otra cosas, que el escritor, no pertenece a nadie en particular, sino a los lectores que sepan apreciar el valor de su obra, no importa donde estén, ni a dónde van ni de dónde vienen. El escritor solo se debe a sí mismo, a su visión estética y a sus intereses que, por supuesto, pueden tomar diversas formas.


Roberto Madrigal

Saturday, September 26, 2015

Sobre expectativas y opiniones


No hubo sorpresas en la visita del Papa Francisco a Cuba. Su visita no fue muy diferente a la de los dos papas anteriores. Quizá un poco más mediática, pues este es un Papa farandulero.
Habló en parábolas, como hablaba Jesucristo. Cada cual puede poner su interpretación, solamente que las palabras de Francisco fueron más huecas y ramplonas que las de Jesucristo. El Papa será argentino, jesuita, culto y educado, pero su prosa no está a la altura de la de Borges o de la de Cortázar.

Pero todo esto es secundario. Los cubanos esperaban que el Papa se deshiciera acusando al gobierno acerca de las violaciones de derechos humanos de todos conocidas. Pero el Papa es un jefe de estado en visita oficial. Que yo sepa, ningún jefe de estado que ha visitado Cuba en los últimos 55 años ha hecho ningún tipo de declaraciones conflictivas contra los hermanos Castro, a no ser que uno lea demasiado entre líneas. Estas visitas llevan meses de planeamiento, los discursos y sus límites son presentados de antemano para la aprobación de ambas partes. En la diplomacia no hay sorpresas públicas. No hay espacio para la espontaneidad.

Como jefe de estado, el principal interés del Papa es avanzar los intereses de su nación. En este caso, se puede considerar que su nación va más allá de sus fronteras e incluye a los feligreses de todos los países del mundo. En el caso de Cuba, el Vaticano ha conseguido avanzar su causa considerablemente, De las persecuciones y expulsiones de sacerdotes en los años sesenta, pasando por las iglesias vacías y la falta de seminaristas en los setenta (la hoy tan simbólica iglesia de Santa Rita, donde las Damas de Blanco han asistido a misa antes de sus marchas que comienzan en el parque de enfrente, estuvo cerrada por muchos años, sin ofrecer misas dominicales por falta de sacerdotes y de parroquianos, estuvo clausurada por el miedo), ha pasado a tener una presencia relativamente fuerte. Es la única institución no gubernamental con algún peso en la isla. Mantienen algún que otro asilo de ancianos, un centro cultural, un seminario revitalizado y publicaciones periódicas.

La iglesia se ha convertido en un organismo mediador, que si bien ha beneficiado mayormente a la clase dominante, ha logrado ocupar espacios antes negados a ella. No importa que se deba a la lacayuna labor del repulsivo Cardenal Ortega. Es un logro como quiera que se mire. El Vaticano busca más. Supongo que tras bambalinas deben estar gestionando la posibilidad de establecer clases de catecismo con regularidad y aprobación oficial. Quizá, la apertura de un hospital privado o de alguna escuela católica. Un espacio en la televisión. Quieren ser los primeros beneficiarios de la lenta apertura hacia un esbozo de pálido capitalismo o aperturismo.

La iglesia tiene todo el tiempo del mundo, pues promete la eternidad y apuesta por ella para mantener su presencia. Además, cristianamente, cuando es golpeada debe poner la otra mejilla y de nuevo la otra y así sucesivamente. El cristianismo es el triunfo del masoquismo político.

Este Papa ha sido nombrado para realzar la importancia de los feligreses latinoamericanos. Algo que la iglesia había dejado a un lado. Los latinoamericanos son hoy en día la médula del catolicismo mundial. Son, además, una entrada por la puerta trasera a la política americana. Con la creciente cantidad de votantes hispanos, mayoritariamente católicos, en los Estados Unidos, la opinión del Papa resulta relevante para influir en la elección del presidente de la nación más importante del mundo.

Es cierto que repele su reunión con Fidel Castro, un satanás decrépito que debe estar consciente tres días al mes, pero que es obvio que no solamente es el símbolo del gobierno, sino que su opinión aun cuenta en los asuntos de la nación cubana. Su hermano es, todavía, su hermano menor.

Cuba mantiene fuertes vínculos con las naciones petroleras de América Latina (Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia). “Ofender” al gobierno cubano puede provocar la ira de gobiernos influyentes en el curso de la política latinoamericana. Además, está actualmente envuelta, en un papel protagónico, en las negociaciones de paz en Colombia. La miseria del pueblo cubano y la represión interna importan muy poco más allá de las fronteras del archipiélago.

Por otra parte, el discurso católico tiene que ser esencialmente de izquierda.  Aunque la jerarquía históricamente se ha reunido y le ha dado el visto bueno a dictadores despreciables de toda ideología, la retórica cristiana se enfoca en la redistribución de la riqueza. El capitalismo se enfoca en la creación de riquezas y la Iglesia, aunque es uno de los estados más ricos del mundo, hace rato que dejó esa vía. Por otra parte, la creación de riquezas por parte de la iglesia fue a través del pillaje y la colonización.  Ese es un papel que hace mucho tiempo que no ejerce.

El Papa sabe perfectamente bien que en Cuba se violan los derechos humanos, que el gobierno es una dictadura con las manos sucias, que existe, desde hace mucho tiempo, la corrupción, pero nada de eso entra dentro de sus propósitos, Allá los que vean en él una figura divina con una obligación moral. Yo no soy católico. Para mí el Papa no es más que el líder designado de una institución milenaria, con gran peso en las ideas de millones de personas, que controla el desarrollo de centenares de proyectos de progreso social en muchos países, que es responsable del funcionamiento de miles de instituciones culturales, médicas educacionales y científicas a todos los niveles y que a pesar de todos sus defectos y de sus curas pedófilos, por lo general, tiene un desempeño positivo en la política y el desarrollo mundial.

Nada de eso lo iba a arriesgar el Papa por defender los derechos más elementales de un pequeño país, que pierde relevancia cada día que pasa y en cuyos rangos opositores hay más caciques que indios y no hay poder de convocatoria nacional.


Roberto Madrigal

Saturday, September 12, 2015

Donald Trump y la imagen pública


Es hora de tomar en serio a Trump. Ya Ted Cruz se dio cuenta y hace unos tres días se convocaron juntos en una manifestación en contra del acuerdo con Irán. Leyendo entre líneas, esto parece una movida de Cruz, que va bien a la zaga de Trump pero que puede que ahora herede gran parte de los votos de Rick Perry, para comenzar a negociar un posible boleto electoral que lleve a Trump como presidente y a Cruz como vicepresidente. Tiene mucho sentido. Cruz es todo lo que le falta a Trump. Hispano, cristiano fundamentalista y favorito del Tea Party. Exactamente los grupos reacios a abrazar al Donald.

Trump es el Kim Kardashian de la política. Se mueve en el vacío. Pero eso no se puede desestimar. Toca temas de importancia y con su habilidades performáticas los lleva a niveles a los cuales los otros candidatos no se atreven. Es un maestro de las medias verdades. Propone soluciones entre frases lapidarias y exabruptos, pero no ofrece detalles.

Es cierto que su discurso se refiere solamente a los inmigrantes ilegales, pero a partir de ahí hace generalizaciones falsas (como que todos son unos delincuentes) y lleva el tema a extremos que solo satisfacen los instintos más racistas de una parte del electorado, los cuales han estado ebullendo en silencio por ocho años, soportando la presencia de un presidente negro con un nombre árabe. Insulta a sus oponentes atacando sus atributos físicos y de paso cuestiona el establishment de lo políticamente correcto. Es certero, casi todo el mundo está harto de la corrección forzada, que lleva a los políticos a expresarse en términos vagos y en aburridos clichés.

Trump no es un político tradicional y no le debe nada a nadie. Hasta ahora se ha financiado su campaña. Eso le permite comportarse como un adolescente antisocial. Se dice y se desdice. Por una parte tiene el coraje de decir que aumentará los impuestos a los más ricos y a los hedge funds, siendo él mismo el primer afectado, pero luego resulta incapaz de explicar cómo va a lograr que México pague por el muro que propone o cómo va a reducir la amenaza iraní.

Se supone que hay que creerle porque él lo dice y según nos quiere hacer creer, es un exitoso hombre de negocios. Sin embargo, en un reciente artículo de S.V. Dáte publicado en el National Journal (una publicación que se beneficia de las donaciones de Bill Gates, quien no se lleva con Trump), se detalla que en realidad, tras heredar 200 millones de dólares de su padre, la trayectoria de Trump demuestra que ha sido un empresario mediocre. Sus inversiones y estrategias le han causado cuatro bancarrotas corporativas y el empleo a miles de personas. Crea casi tantos trabajos como los que destruye.

Más preocupante que sus discursos y diatribas, es la respuesta de los electores. El odio a los inmigrantes, algo que no es nuevo en Estados Unidos, pero que no es patrimonio de esta nación, nacida precisamente de la inmigración, es algo que está encontrando niveles nunca antes vistos en todo el mundo occidental y que se une además al rechazo a la política tradicional. Puede verse tanto a la izquierda como a la derecha, en el acenso de Pablo Iglesias y de Tsipras, en el auge (al otro lado del espectro), del Partido del Pueblo en Dinamarca, una organización de raíces nazis y del partido Demócratas Suecos también de fuentes nazis. En Inglaterra, el partido laborista ha nombrado como líder a un extremista de izquierda. Hay una ola de radicalismo político que obedece al hastío con el desempeño de los partidos establecidos y convencionales en los últimos veinticinco años.

El votante americano está cansado de discursos huecos y de una creciente desigualdad social. De guerras que no han resuelto nada y de banqueros y ejecutivos que estafan a sus clientes y escapan con una pequeña amonestación. Están también escépticos del resultado de un posible enfrentamiento entre dos dinastías políticas (Bush y Clinton), en un país en el cual la renovación es la palabra de orden.

Trump promete resolver todo eso, se presenta como la única alternativa y aunque no presenta ningún plan concreto, la gente, por simpatía, lo respaldan. Ciertamente, una minoría hasta ahora, no hay que olvidar que el 65% de su partido está contra él, pero para resolver esas diferencias están las alianzas políticas y ya vemos que Ted Cruz parece dispuesto a ello.

Por otra parte, la imagen pública, conformada por la manipulación mediática, es muy importante en la decisión del votante americano. Trump ha tenido programas televisivos de éxito, tanto como personaje que como productor. Tiene mucha experiencia, se mueve bien entre las cámaras, se ha casado con modelos y actrices. Es un WASP que se une con extranjeras, una checa y una eslovena. Rompe con la preconcepciones raciales. Además, tiene sentido del humor, y el que lo dude, que vea su reciente aparición en el Tonight Show con Jimmy Fallon. Para mucha gente es atractivo y carismático.

Trump está aún muy lejos de la nominación y de la presidencia, pero su presencia y su impacto no se pueden desdeñar. Más importante todavía resulta analizar a quienes atrae y el porqué. Es peligroso. Sería muy triste que un payaso lépero, un hombre que apela a la frustración popular y que se ceba en los peores instintos del populacho,  termine de presidente del país más poderoso del mundo.


Roberto Madrigal

Saturday, August 29, 2015

Algunos viernes con Juan-Si


Yellow Springs es un pueblucho en medio del suroeste de Ohio. Con unos tres ml quinientos habitantes, ha sido más protagónico en la reciente historia americana de lo que sus dimensiones le concederían. En la década de los cincuenta muchos de sus más destacados pobladores fueron objeto del ojo vigilante del Comité de Actividades Anti-Americanas por las posiciones del profesorado de Antioch College, una universidad liberal con un enfoque abiertamente de izquierda.

En la década del sesenta se convirtió en un paraíso para los hippies. Un lugar en el cual fluían proyectos comunitarios, el amor libre y la marihuana. Si uno se da una caminata por el pequeño centro del pueblito, puede ver decenas de individuos, con las barbas y las melenas ya encanecidas, que todavía no han despertado del estupor de hace cincuenta años.

De aquí procede el comediante Dave Chapelle y aquí aún reside la cineasta Julia Reichert, autora de varios documentales, uno de los cuales, Seeing Red (1983), en cuya producción participé, fue finalista al Oscar. Es un pueblo de población mayoritariamente anglosajona, que se mezcla con los estudiantes de paso. Tiene unos cuantos restoranes y una pequeña cinemateca, The Little Arts Theatre, dedicada a exhibir filmes de arte o alternativos.

Es de acceso difícil, ya que no está cerca de las supercarreteras. No existen McDonald’s, ni ninguna cadena de comida rápida. El consejo de la ciudad se los prohíbe. En su celo por preservar las tradiciones liberales y mantener un ambiente prístino de utopía colectivista, estos viejos hippies progresistas y sus adláteres, se vuelven más fascistas que nadie.

Desde hace diez años, en este pueblo reside Juan-Si González, uno de los más importantes artistas plásticos cubanos. No voy a repasar su currículo, porque haría este artículo largo y aburrido. Me limitaré a señalar que es un artista multidisciplinario, que en 1987 fundó el grupo Arte-De y realizó performances interactivos en las calles de La Habana, así como videos underground muy contestatarios que le causaron más de un dolor de cabeza y varias detenciones. Luego de exilarse en 1993 y se ha dedicado a la fotografía y hacer instalaciones de multimedia. Su trabajo ha sido incluido en diversas exhibiciones y presentado en varios museos de Estados Unidos y Europa, entre los cuales se incluyen el Museo del Barrio, el Miami Art Museum, el Indiana Museum of Art, el Centre Georges Pompidou de Paris y el Slovenia City Art Museum. Juan-Si es tan conocido como el que más y debiera serlo todavía más.

Hace unos tres años, gracias a la intervención de otro artista plástico, Nicolás Lara, conocí a Juan-Si. Solo me lamento de no haberlo conocido antes. Mi trabajo me lleva a la ciudad de Dayton, a unos veinte minutos de Yellow Springs, dos viernes al mes. Siempre que termino temprano aprovecho para darme un salto por allá y reunirme con Juan-Si.  Nos sentamos en uno de los pocos cafés del pueblo, Dino’s o el Emporium, a tomarnos un café o, dependiendo de la hora, entramos en el Ye Olde Trail Tavern a almorzarnos un sándwich o una ensalada acompañadas de un buen vino o unas cervezas. Eso sí, a las dos y media Juan-Si tiene que ir a buscar a su hija Camila a la escuela y yo salgo de regreso a Cincinnati.

En ese par de horas hablamos de literatura, de cine, de arte, de amigos y conocidos, y  sobre todo, de Cuba, porque pudiéramos decir que a nadie le importa más Cuba que a Juan-Si y a mí. Somos intensos con respecto al tema, aunque coincidimos más de la cuenta en nuestros puntos de vistas. Nos agitamos, subimos el tono de la voz y nos damos cuerda mutuamente cuando nos indignamos con los acontecimientos y las injusticias, tanto, que supongo que a quienes nos rodean les parece que estamos al agarrarnos a golpes. A pesar de que Juan-Si es un personaje popular en este pueblo en donde casi todo el mundo se conoce (caminar una cuadra con él puede demorar media hora), no creo que se imaginen el alcance de su arte, ni nuestra obsesión con el cine y el tema cubano (que ambos estamos de acuerdo que nos hace daño).

Porque Juan-Si es un tipo íntegro, incapaz de hacer concesiones con su trabajo ni de arrodillarse para recibir las migajas de un reconocimiento mayor. No pacta. Algunos días se da una vuelta por Cincinnati y allí nos vamos al Great American Ball Park, a ver un juego de los rojos de Cincinnati y a aplaudir a Chapman o a Brayan Peña, los cubanos del equipo. Pero para mí estos viernes en Yellow Springs son un privilegio y un placer que siempre espero que se repitan.


Roberto Madrigal

Tuesday, August 18, 2015

Otros visitantes, los controles represivos y una anécdota


La reciente visita del exsenador y Secretario de Estado americano John Kerry, me trajo el recuerdo de los visitantes de la década del setenta y de las medidas de seguridad que tomaba el gobierno, sobre todo las que sufrí en carne propia.

Yo vivía en Marianao (exactamente en la Avenida 41 # 2819, frente al cine Arenal), en un edificio de dos pisos y cuatro apartamentos en una zona congelada. La ruta de la mayoría de los dignatarios visitantes por entonces pasaba por el frente de mi casa. El ritual de la seguridad era el mismo en anticipo al paso de cada caravana, en la cual siempre Fidel Castro se paseaba en un descapotable al lado de su ilustre invitado. El pueblo, como un rebaño obediente, llenaba los costados de la avenida en un despliegue de apoyo popular que comenzaba desde la salida del aeropuerto. No se escatimaban vítores.

Tres días antes de la llegada de la caravana, venían dos compañeros de la seguridad del estado a registrar la casa (esto en un país en donde no se venden armas). Apenas hablaban, ni yo intentaba cruzar palabras con ellos. Luego repetían el registro el día antes y entonces el día del evento, desde muy temprano en la mañana plantaban a un militar en el balcón de mi casa, que se quedaba ahí hasta unos minutos después del paso del comandante y su invitado de turno. Nadie podía entrar o salir de la casa sin su permiso durante el proceso.

Por lo general eran soldados sin rango, no muy jóvenes. Muy serios, eso sí. Yo no les ofrecía ni café. Ellos no iniciaban conversación. En los cuatro apartamentos de mi edificio plantaban uno en cada balcón(aunque mis vecinos de al lado eran unos técnicos rusos y los de abajo un mayor del ejército y unos viejos comunistas que trabajaban de abogados en el ministerio de agricultura o algo así). En la casa de al lado, que era de dos plantas con un apartamento en cada piso, situaban igualmente un militar en cada terraza. En todas las casa de la cuadra hacían lo mismo. Supongo que esto se repetía a lo largo del paso de la caravana, por lo que hay que imaginarse los miles de militares dispuestos para la seguridad del Máximo Líder y el gasto económico de dichas visitas, aunque esto para el gobierno era lo menos importante. Todo un despliegue de control represivo a costa de lo que fuera.

Pero fue durante la visita de Leonid Brezhnev a fines de enero de 1974 que pasé el susto mayor. Resulta que un amigo y yo, decidimos realizar, con una cámara de ocho milímetros y sin sonido, un documental que íbamos a titular Entusiasmo. La idea era filmar las pomposas y solemnes ceremonias de la Plaza de la Revolución y otros eventos similares, desde la perspectiva del público y contrastar esas imágenes con las del “pueblo” participante en las demostraciones, el sudor, el desinterés, el aguardiente pasando de mano en mano y cosas por el estilo. Habíamos filmado el desfile del 2 de enero con mucho susto y con mucha suerte.

Se nos ocurrió entonces que filmar el paso de Brezhnev sería útil para el proyecto. Nos fuimos para la quinta avenida (esa vez no pasaba la caravana por la avenida 41), deteniéndonos frente a la ahora famosa iglesia de Santa Rita, desde donde empiezan los desfiles de las Damas de Blanco. Le echamos el ojo y filmamos a unos milicianos semidormidos bajo la entrada principal a la iglesia, con una cruz casi encima de ellos. A su lado, varios indolentes conversaban o se pasaban un cigarro de mano en mano. Uno tenía una bandera rusa tirada en el suelo, cerca de las cenizas.

La avenida estaba cerrada por ambos bandos, nosotros nos encontrábamos en el paseo que divide las dos sendas. En menos de tres minutos llegó, en sentido hacia el túnel, un jeep Gaz con cinco militares que se detuvo delante de nosotros y del cual saltaron todos menos el chófer. Nos preguntaron si éramos del ICAIC, les dijimos que no, luego que si teníamos acreditación como prensa nacional o extranjera y les repetimos que no. Entonces nos montaron amablemente en el Gaz y nos llevaron, muy apretujados, a una casa cercana, apenas una cuadra más arriba, por la calle 26.

Nos preguntaron el origen de la cámara y se lo explicamos, nos mandaron para un cuarto y nos dejaron solos. Media hora más tarde llegó un militar con grado de teniente y con nuestra cámara en la mano. Nos preguntó que hacíamos allí con esa cámara, que si veníamos de algún centro de trabajo y le respondimos (respondí, porque mi amigo estaba al desmayarse) que éramos dos compañeros espontáneamente entusiasmados con la visita del líder soviético y que queríamos grabar un recuerdo fílmico del evento, ya que contábamos con la cámara.

Nos miró con expresión cínica y sin decir nada, abrió la cámara y le sacó la cinta. Luego la cerró y se retiró. Unos quince minutos más tarde vino un soldado sin grados, nos devolvió la cámara y nos dijo que nos fuéramos, que no se nos ocurriera jamás filmar sin permiso y que podíamos salir a aplaudir, pues el comandante llegaría pronto.

Mi amigo y yo salimos enmudecidos y sin Entusiasmo, poco a poco, con discreción, nos fuimos retirando hasta perdernos de allí.


Roberto Madrigal

Thursday, July 30, 2015

Y el despertador sonó en Toronto


Hace rato que se venía venir, pero parece que fue ahora, después de los recientemente finalizados Juegos Panamericanos de Toronto, que la prensa y la oficialidad de la isla se enteraron de que el deporte en Cuba dista mucho de ser lo que era hace un lustro.

Ya la pelota, el sempiterno buque insignia, venía fallando en los últimos años. Quizá pensaron que se debía al indetenible éxodo de los últimos años de los mejores peloteros cubanos hacia las Grandes Ligas. No solamente perdían con equipos profesionales americanos compuestos de estrellas de las ligas menores, sino con Japón, Corea del Sur y hasta Holanda, que cuenta con apenas algunos jugadores profesionales de sus colonias antillanas. Ahora también son vencidos por selecciones mediocres de universitarios americanos. Pero todo ello se lo explicaban con eso que deben llamar “robo de brazos y de bates”.

Para cualquier país latinoamericano, conquistar un total de 97 medallas, 36 de ellas de oro y quedar en cuarto lugar, detrás de los tres países más desarrollados económicamente del continente, por encima de un gigante como México, constituiría un motivo de satisfacción. Pero esta es la peor actuación de Cuba desde 1975 (esto es con respecto a las medallas de oro, ya que en Cali en 1971, obtuvieron un total de 105 medallas). Se habían acostumbrado al segundo lugar, solamente superados por los Estados Unidos.

Desde que tomó el poder en 1959, Fidel Castro se dedicó a rediseñar la industria deportiva cubana. Acabó con la estructura existente antes de ese año, en la cual coexistían ligas profesionales y amateurs en una variedad limitada de deportes, pero principalmente en la pelota y el boxeo, en los cuales Cuba siempre fue una potencia mundial. Dos deportes con enorme arraigo popular. En el ámbito de las Américas, el atletismo y el baloncesto, fueron dos deportes en los cuales Cuba despuntaba en la década del 50 y que tenían cierta popularidad en la isla.

Castro decidió levantar un edificio con pocos cimientos, apoyado mayormente en una desaforada inyección de recursos materiales de todo tipo. No desarrolló la participación deportiva, sino que desarrolló equipos. Cuba llegó a ser una potencia mundial en volibol y en polo acuático, dos deportes sin ninguna popularidad en la isla. Pero esos logros también se convertían en el opio de las masas.

Para sostener esos equipos contaba con el hecho de que los atletas se encontraban entre los primeros privilegiados de su gobierno. Llegar a formar parte de un equipo nacional no solamente posibilitaba tener una mejor alimentación, sino además poder viajar para comprar los bienes de consumo necesarios para sobrevivir y vivir mejor que el resto de la población. Aquellos que tenían cualidades atléticas participaban en cualquier deporte, aunque no les interesara, con tal de pertenecer a un equipo nacional y gozar de sus prebendas.

Quizá algunos atletas además pensaban que representaban a su país, tenían cierto orgullo en representar a “la patria”. La realidad es que representaban al gobierno. Formaban parte de una maquinaria propagandística dedicada a exaltar las virtudes del sistema socialista y a alimentar la megalomanía del Comandante en Jefe, soberano rector de los deportes, que hasta llegó a dirigir a larga distancia los cambios de lanzadores y las alineaciones de los equipos de pelota que participaban en eventos internacionales. El infalible Máximo Atleta.

Pero las cosas han ido cambiando y los muros se han ido agrietando. Ser atleta en Cuba ya no tiene el prestigio de antaño, las motivaciones se han perdido, ya ni el bloque socialista existe y para obtener bienes de consumo hacen falta dólares y no triple saltos. Ya no hay nada que promover y ni siquiera el Deportista en Jefe se encuentra en activo en estos días. Jinetear a un extranjero o a un pariente en Miami resulta más beneficioso que agotadoras jornadas de entrenamiento.

El edificio se ha ido cayendo, ya se va derrumbando. Los atletas huyen en desbandadas. Incluso los que no pueden decir (como los peloteros), que lo hacen para avanzar profesionalmente, porque los jugadores del popularísimo Hockey sobre césped deben saber que no existen ligas profesionales rentables de ese deporte en este país, y que si no tienen una carrera académica, su futuro está en los grandes parqueos de Miami o en las compañías que proveen seguridad a los negocios y viviendas.

Ya es hora que se olviden de los delirios de grandeza. Cuba no puede compararse con Estados Unidos ni con Canadá, sino con Colombia, Venezuela, Argentina y el resto de Latinoamérica. El deporte volverá a ser, con el tiempo y cuando las cosas de verdad se normalicen, lo que fue. Los mejores atletas serán los que participan en deportes de apoyo masivo y habrá alguna que otra excepción. Habrá que rehacer una vez más el panorama deportivo de la isla. Los deportes van a tener que justificar su financiación siendo lucrativos. En fin, serán verdaderamente representativos del país.


Roberto Madrigal

Monday, July 6, 2015

Dos libros, una época


Trabajo me costó conseguir ambos libros. Según he leído y me informaron quienes me ayudaron a conseguirlo, las ediciones estaban agotadas y eran difíciles de conseguir hasta en el mercado negro habanero. Se trata de El 71. Anatomía de una crisis, del investigador literario Jorge Fornet, y La noria, novela del narrador y articulista Ahmel Echevarría.

El libro de Jorge Fornet (1963), recibió el Premio Anual de la Crítica de 2014. Su temática se centra en las consecuencias culturales que tuvieron el famoso “caso Padilla” y el Primer Congreso de Educación y Cultura. El autor trata de limitar el análisis de los hechos al mínimo y se dedica mayormente, lo cual reconoce en el prólogo, a recopilar mucho de lo aparecido en la prensa nacional e internacional durante ese año. Por supuesto, es inevitable que tenga que dar saltos alrededor de la fecha.

El libro está bien investigado y narrado con fluidez. Es un libro importante para los estudiosos del periodo y de la política cultural de la revolución cubana. Para quienes viven en la isla, ofrece gran cantidad de datos que nunca antes estuvieron disponibles para consumo local. Para quienes vivimos en el extranjero, no añade ningún dato de importancia, aunque tiene el mérito de compilar mucha información que resultaría difícil de consultar.

Hay muy poco atrevimiento en esta obra. No se puede olvidar que su autor es el director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, por lo cual esta obra no hubiera visto la luz sin la aprobación oficial. A la larga, las intenciones se le ven en el hecho de que, sin mucha explicación, establece que el oneroso discurso ya conocido como Palabras a los intelectuales, es un documento consensual que dio unificación a la cultura cubana en la década de los sesenta. Esto le permite osar concluir que a su vez, las palabras del propio Fidel Castro en el Congreso de Educación y Cultura de 1971, fueron provocadoras de la ruptura con los intelectuales de izquierda de América Latina y Europa Occidental, y que ocasionaron “el estancamiento de la cultura cubana” en los años siguientes. A ello atribuye como causa, el fervor revolucionario de Fidel Castro.

Por otra parte, el otro objetivo del libro es atacar de forma bastante directa las posiciones de Mario Vargas Llosa y de otros intelectuales de la época. En realidad, aunque útil, el libro no capta el espíritu de la época. Para ello, es mejor referirse a Política y polémica en América Latina. Las revistas Casa de las Américas y Mundo Nuevo de Idalia Morejón Arnaiz, un libro mucho más analítico.

Con La noria, Ahmel Echevarría (1974), ganó el Premio de Novela Italo Calvino 2012 que se concede en Cuba. Anteriormente había ganado el premio David de cuento con Inventario (2004), el Premio Pinos Nuevos de narrativa con Esquirlas (2005), el Premio Franz Kafka de Novelas de Gaveta que se concede en la República Checa 2010 con Días de entrenamiento y el Premio José Soler Puig de novela 2012 con Búfalos camino al matadero.

El autor, que no había nacido cuando sucedieron los hechos que estudia Fornet en su libro, trata de captar el espíritu de la época mediante una interesante narración sobre un escritor homosexual que fue castigado en 1971 por escribir una novela que las autoridades culturales consideraron como una afrenta.

La trama se va tejiendo a través de una mezcla borgesiana de personajes reales y personajes inexistentes. Incluso hay incluida una supuesta correspondencia de Julio Cortázar y fragmentos de citas de un crítico también homosexual, que es una especie de alter ego del personaje central y del cual al final, al igual que a todos los personajes reales, se cita toda una bibliografía. Su combinación de lo real y lo ficticio es convincente y uno de los mayores logros novelísticos de Echevarría.

La obra llega a su clímax tras contar una relación homosexual entre el personaje central y un hombre más joven que puede que sea un agente de la seguridad del estado, y una persecución que se establece una vez que el escritor, tras años sin escribir, decide reanudar su carrera. Con esto, Echevarría logra con efectividad trasladar los miedos de aquel entonces, hasta nuestros días. La represión que a veces no se ve pero que siempre se siente y la impunidad del represor, siempre acechante.

A pesar de que la novela utiliza una estructura y un estilo nada ortodoxo, se construye como una narración ágil, que mantiene el interés del lector de principio a fin. Echevarría capta perfectamente el espíritu del interminable “quinquenio gris”.

Mientras Fornet recopila datos con disciplina investigativa para mostrar que el año 1971 no fue más que un momento de crisis de un proyecto cultural bien encaminado, algo ya rectificado, que causó efectos negativos en la cultura cubana, pero que no es más que una aberración del sistema y no una consecuencia lógica del mismo, Echevarría lo entiende como una época que, si bien ha perdido un poco de su garra, se mantiene viva en espíritu y temible aún.

Es la diferencia entre el funcionario y el novelista. Entre la manipulación de la realidad y el poder de la imaginación.


Roberto Madrigal

Sunday, June 14, 2015

Padura, los premios y Tania


Lo he dicho anteriormente. Los tres escritores cubanos que más impacto internacional han tenido en el último cuarto de siglo son Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez y Zoé Valdés. No me refiero solamente a sus volúmenes de venta, que han sido considerables, sino a que son conocidos en los más exquisitos círculos literarios y sus obras son estudiadas en una gran cantidad de universidades americanas, latinoamericanas y europeas, forman parte del currículo básico de los estudios sobre literatura cubana y del Caribe. Esto es un hecho que no tiene nada que ver con la opinión que uno tenga de sus respectivas obras.

De los tres, el más canonizable es Padura, porque sus obras se pueden leer en escuelas secundarias. Pedro Juan y Zoé tienen un filo agresivo más transgresor y su carga sexual es demasiado incisiva para quienes dictan las buenas costumbres.  Padura es más convencional y el sexo está ausente en su obra.  Zoé, además, no vive en Cuba desde hace casi veinte años.

Desde el 17 de diciembre Cuba está de nuevo de moda. Celebridades americanas se pasean por sus calles, Conan O’Brien le dedicó un programa de una hora a La Habana (cosa que no ha hecho con ninguna ciudad americana), el Papa Francisco casi se suma a las congas de Mariela llevado de la mano del General Raúl Castro, Stella McCartney promueve su nueva colección de modas en un show en el cual aparecen actores disfrazados de Fidel Castro y del Che Guevara.

Los españoles, que durante todos estos años han tratado de exprimir cuanto han podido la ausencia de los americanos en la isla, con sus cadenas hoteleras ahora temerosas de perder el potencial lucrativo de la prevista próxima oleada de turistas americanos a la isla, no pueden quedarse atrás. Hay que premiar a un escritor cubano con un premio importante. Es cierto que ya le habían otorgado el Cervantes a Carpentier, a Dulce María Loynaz y a Cabrera Infante, pero eso es historia merecida y antigua. Desde 1997 ningún cubano lo ha ganado.

Padura acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de las Letras. Este es un premio que se concede desde 1981 y que tiene pretensiones de competir con el Nobel, porque no se limita a escritores de habla hispana (y se da en una gran diversidad de categorías además de la literatura). Es probablemente uno de los premios más importantes que se conceden en el mundo desde el punto de vista del prestigio. Viene además acompañado de unos saludables 50,000 euros.

Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Carlos Fuentes, Gunther Grass, Claudio Magris, Paul Auster, Margaret Atwood, Leonard Cohen y Phillip Roth son algunos de los escritores que se lo han ganado. ¿Está Padura en esa liga? Por supuesto que no. Pero también se lo han dado a algunas mediocridades como Carlos Bousoño, Francisco Ayala, Claudio Rodríguez y Antonio Muñoz Molina entre otros. Los premios son así. Por otra parte dicen que Padura se lo ganó al japonés Murakami y al sirio Adonis. Personalmente, prefiero leerme las aventuras de Mario Conde o las vicisitudes del asesino de Trotski que una página de Kafka en la orilla o un poema de Adonis. Pero ese soy yo.

El premio se concede en base a que la “labor creadora…represente una contribución relevante a la cultura universal” en el campo de la literatura. Es obvio que Padura tampoco ha logrado eso. En su decisión, el jurado lo premió porque su obra constituye “una soberbia aventura del diálogo y la libertad…es un intelectual independiente de firme temperamento ético…desde la ficción, Padura muestra los desafíos y los límites en la búsqueda de la verdad”. Eso tampoco lo son ni Padura ni su obra.

No sé cómo funciona el jurado en cuanto a la selección del ganador y no soy proclive a las teorías de la conspiración, pero entre los miembros del jurado, en su mayoría oscuros académicos, destacan el excelente periodista y narrador mejicano Juan Villoro, un bolchevique de salón que compara la obra periodística de Padura con la de Martí y que recientemente declaró que lo “peor que puede suceder es que Cuba se convierta en una sucursal de Miami”, y Carme Riera, una académica y novelista catalana que quiere descastellinizar a Cataluña, que escribió una novela que tiene lugar en Cuba a mediados del siglo XIX y que para horror de los horrores, es bisnieta de Valeriano Weyler.

Padura es un oportunista habilidoso que se mueve con destreza sobre la cuerda floja de la cultura cubana, bordeando las fronteras de lo permitido. Tiene una obra sólida, por algo su nombre se considera, pero es la elección perfecta, pues representa la supuesta conciencia crítica que el castrismo puede soportar y exhibir ante el mundo como muestra de su tolerancia. Tiene enemigos en Cuba, no puede olvidarse que cuando hace un par de años ganó el Premio Nacional de Literatura le saltaron arriba los perros de presa de la ortodoxia, encabezados por el poeta y profesor Guillermo Rodríguez Rivera con el aval de Silvio Rodríguez. Esto engalana sus vestiduras y son riesgos que Padura ha apostado a correr.

Hace tiempo decidió escribir “siempre desde Mantilla” porque sabe muy bien que si el detective Mario Conde investigara crímenes en la calle Flagler, nadie lo leería. Con el dinero ganado con su obra puede vivir muy bien en Cuba, pero fuera, tuviera que ejercer otra profesión y no parece estar para eso.

Más allá de todo lo anterior, ya pertenece y pertenecerá al Olimpo del canon de la literatura cubana. Pero los premios conllevan responsabilidades y uno termina definiéndose según como se comporte públicamente.  Esto no tiene nada que ver con la calidad de su obra, pues si se enjuiciara a los escritores canónicos en base a la moral con la cual conducen sus vidas habría que eliminar casi el 90% de la literatura universal. Para no ir muy lejos, hoy en día jamás se publicarían ni “Alicia en el país de las maravillas” ni “Lolita”, y qué nos haríamos hoy sin ellas.

Padura, como figura pública (y no me refiero al Padura privado, con quien probablemente pudiera compartir cerveza y conversación ya que, que yo sepa, tenemos en común la afición por el béisbol y por Credence Clearwater Revival), no ha sido más que un sumiso, incapaz de levantar su voz para algo que valga la pena. Es un sobreviviente cultural.

Ahora mismo otra artista, Tania Bruguera, cuya reputación internacional en las artes está casi a la par que la de Padura, se encuentra acosada por el gobierno debido a su actitud desafiante y a la politización de su obra en un sentido que no conviene a la clase dirigente. No es cómoda. No ha recibido la solidaridad de ningún escritor o artista importante en la isla, ni de muchos artistas cubanos en el exterior. Ha sido mayormente ninguneada o atacada por los medios artísticos y literarios oficiales. Además, se está jugando el pellejo literalmente. ¿Será capaz Padura, con el estatus y el prestigio que le conceden los dos galardones que ha ganado recientemente, de levantar su voz en defensa de la artista? Lo dudo.


Roberto Madrigal