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Sunday, June 14, 2015

Padura, los premios y Tania


Lo he dicho anteriormente. Los tres escritores cubanos que más impacto internacional han tenido en el último cuarto de siglo son Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez y Zoé Valdés. No me refiero solamente a sus volúmenes de venta, que han sido considerables, sino a que son conocidos en los más exquisitos círculos literarios y sus obras son estudiadas en una gran cantidad de universidades americanas, latinoamericanas y europeas, forman parte del currículo básico de los estudios sobre literatura cubana y del Caribe. Esto es un hecho que no tiene nada que ver con la opinión que uno tenga de sus respectivas obras.

De los tres, el más canonizable es Padura, porque sus obras se pueden leer en escuelas secundarias. Pedro Juan y Zoé tienen un filo agresivo más transgresor y su carga sexual es demasiado incisiva para quienes dictan las buenas costumbres.  Padura es más convencional y el sexo está ausente en su obra.  Zoé, además, no vive en Cuba desde hace casi veinte años.

Desde el 17 de diciembre Cuba está de nuevo de moda. Celebridades americanas se pasean por sus calles, Conan O’Brien le dedicó un programa de una hora a La Habana (cosa que no ha hecho con ninguna ciudad americana), el Papa Francisco casi se suma a las congas de Mariela llevado de la mano del General Raúl Castro, Stella McCartney promueve su nueva colección de modas en un show en el cual aparecen actores disfrazados de Fidel Castro y del Che Guevara.

Los españoles, que durante todos estos años han tratado de exprimir cuanto han podido la ausencia de los americanos en la isla, con sus cadenas hoteleras ahora temerosas de perder el potencial lucrativo de la prevista próxima oleada de turistas americanos a la isla, no pueden quedarse atrás. Hay que premiar a un escritor cubano con un premio importante. Es cierto que ya le habían otorgado el Cervantes a Carpentier, a Dulce María Loynaz y a Cabrera Infante, pero eso es historia merecida y antigua. Desde 1997 ningún cubano lo ha ganado.

Padura acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de las Letras. Este es un premio que se concede desde 1981 y que tiene pretensiones de competir con el Nobel, porque no se limita a escritores de habla hispana (y se da en una gran diversidad de categorías además de la literatura). Es probablemente uno de los premios más importantes que se conceden en el mundo desde el punto de vista del prestigio. Viene además acompañado de unos saludables 50,000 euros.

Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Carlos Fuentes, Gunther Grass, Claudio Magris, Paul Auster, Margaret Atwood, Leonard Cohen y Phillip Roth son algunos de los escritores que se lo han ganado. ¿Está Padura en esa liga? Por supuesto que no. Pero también se lo han dado a algunas mediocridades como Carlos Bousoño, Francisco Ayala, Claudio Rodríguez y Antonio Muñoz Molina entre otros. Los premios son así. Por otra parte dicen que Padura se lo ganó al japonés Murakami y al sirio Adonis. Personalmente, prefiero leerme las aventuras de Mario Conde o las vicisitudes del asesino de Trotski que una página de Kafka en la orilla o un poema de Adonis. Pero ese soy yo.

El premio se concede en base a que la “labor creadora…represente una contribución relevante a la cultura universal” en el campo de la literatura. Es obvio que Padura tampoco ha logrado eso. En su decisión, el jurado lo premió porque su obra constituye “una soberbia aventura del diálogo y la libertad…es un intelectual independiente de firme temperamento ético…desde la ficción, Padura muestra los desafíos y los límites en la búsqueda de la verdad”. Eso tampoco lo son ni Padura ni su obra.

No sé cómo funciona el jurado en cuanto a la selección del ganador y no soy proclive a las teorías de la conspiración, pero entre los miembros del jurado, en su mayoría oscuros académicos, destacan el excelente periodista y narrador mejicano Juan Villoro, un bolchevique de salón que compara la obra periodística de Padura con la de Martí y que recientemente declaró que lo “peor que puede suceder es que Cuba se convierta en una sucursal de Miami”, y Carme Riera, una académica y novelista catalana que quiere descastellinizar a Cataluña, que escribió una novela que tiene lugar en Cuba a mediados del siglo XIX y que para horror de los horrores, es bisnieta de Valeriano Weyler.

Padura es un oportunista habilidoso que se mueve con destreza sobre la cuerda floja de la cultura cubana, bordeando las fronteras de lo permitido. Tiene una obra sólida, por algo su nombre se considera, pero es la elección perfecta, pues representa la supuesta conciencia crítica que el castrismo puede soportar y exhibir ante el mundo como muestra de su tolerancia. Tiene enemigos en Cuba, no puede olvidarse que cuando hace un par de años ganó el Premio Nacional de Literatura le saltaron arriba los perros de presa de la ortodoxia, encabezados por el poeta y profesor Guillermo Rodríguez Rivera con el aval de Silvio Rodríguez. Esto engalana sus vestiduras y son riesgos que Padura ha apostado a correr.

Hace tiempo decidió escribir “siempre desde Mantilla” porque sabe muy bien que si el detective Mario Conde investigara crímenes en la calle Flagler, nadie lo leería. Con el dinero ganado con su obra puede vivir muy bien en Cuba, pero fuera, tuviera que ejercer otra profesión y no parece estar para eso.

Más allá de todo lo anterior, ya pertenece y pertenecerá al Olimpo del canon de la literatura cubana. Pero los premios conllevan responsabilidades y uno termina definiéndose según como se comporte públicamente.  Esto no tiene nada que ver con la calidad de su obra, pues si se enjuiciara a los escritores canónicos en base a la moral con la cual conducen sus vidas habría que eliminar casi el 90% de la literatura universal. Para no ir muy lejos, hoy en día jamás se publicarían ni “Alicia en el país de las maravillas” ni “Lolita”, y qué nos haríamos hoy sin ellas.

Padura, como figura pública (y no me refiero al Padura privado, con quien probablemente pudiera compartir cerveza y conversación ya que, que yo sepa, tenemos en común la afición por el béisbol y por Credence Clearwater Revival), no ha sido más que un sumiso, incapaz de levantar su voz para algo que valga la pena. Es un sobreviviente cultural.

Ahora mismo otra artista, Tania Bruguera, cuya reputación internacional en las artes está casi a la par que la de Padura, se encuentra acosada por el gobierno debido a su actitud desafiante y a la politización de su obra en un sentido que no conviene a la clase dirigente. No es cómoda. No ha recibido la solidaridad de ningún escritor o artista importante en la isla, ni de muchos artistas cubanos en el exterior. Ha sido mayormente ninguneada o atacada por los medios artísticos y literarios oficiales. Además, se está jugando el pellejo literalmente. ¿Será capaz Padura, con el estatus y el prestigio que le conceden los dos galardones que ha ganado recientemente, de levantar su voz en defensa de la artista? Lo dudo.


Roberto Madrigal